Despojarnos de la apatía y de los liderazgos protagónicos
Es
frecuente que los creyentes veamos a Dios como el Señor que manda y que castiga
y por ello vivimos con temor, con apatía y desesperanza.
Construímos
una sociedad de desigualdades por motivos de edad, de sexo, de raza o de
religión.
Favorecemos
liderazgos protagónicos individuales, y con ello dejamos poco espacio para que
la mayoría de la gente tome conciencia de los problemas y de su responsabilidad
y participe, aportando libremente sus ideas y sus acciones
El
tiempo de adviento es tiempo de esperanza y de apertura al cambio: cambio de
vestido y de nombre, cambio de camino. Cambiar, para que todos puedan ver la
salvación de Dios.
En un bello poema Baruc canta con fe jubilosa
la hora en que el Eterno va a cumplir las promesas mesiánicas, va a crear la
nueva Jerusalén, va a dar su salvación.
Los “vestidos de duelo” son expresión
visible del dolor familiar, el “vestido de fiesta” es expresión de alegría y
paz, y el cambio de ropas es manifestación del cambio de situación.
El “vestido nuevo” es indicio de
bendición, de fiesta: Israel en el exilio está “vestida de sayal” pero su
situación cambiará, su vestido es un “manto de justicia”, las “galas de la
gloria de Dios”.
Jerusalén es presentada como una “Madre” enlutada
por sus hijos expatriados. Dios regala a Sión, su esposa, la salvación como
manto regio, le ciñe como diadema la “Gloria” del Eterno.
La Madre desolada que vio partir a sus hijos,
esclavos y encadenados, los va a ver retornar libres y festejados como un rey cuando
va a tomar posesión de su trono.
Le da un nombre nuevo simbólico: “Paz de
Justicia-Gloria de Misericordia”; es decir, Ciudad-Paz por la salvación
recibida de Dios. Ciudad-Gloria por el amor misericordioso que le tiene Dios.
Haciéndose eco de los profetas del destierro, Baruc
dice una palabra consoladora a un pueblo que pasa dificultad: “El Señor se
acuerda de ti”.
El Dios fiel no se olvida de Jerusalén, su esposa,
que es invitada ahora a despojarse del luto y vestir “las galas perpetuas de la
Gloria que Dios te da”. Es la salvación que Dios ofrece para los que ama, de
los que se acuerda en su amor.
Juan el Bautista aparece fuera del control del
poder opresor de Tiberio, de Poncio Pilatos, de Lisanias, de Herodes, y los
otros poderes y aparece en el desierto.
Hablar
del desierto recuerda a los israelitas las acciones del Dios liberador,
especialmente la salida de Egipto; les trae a la memoria el proceso que los
llevó a constituirse en un pueblo de hombres libres y el tiempo en el que sus
relaciones con Dios tuvieron su mejor momento.
Allí
recibe Juan el encargo de preparar al pueblo para un nuevo éxodo, una nueva
intervención liberadora del Dios de Israel.
Para
explicar cuál es la misión de Juan, Lucas utiliza las mismas palabras con las
que en el libro de Isaías, se anuncia el final del destierro de Babilonia.
Juan
realiza aquí la misma misión que llevó a cabo el antiguo profeta: anunciar que
Dios va a intervenir de nuevo, que su intervención será nuevamente liberadora y
que hay que estar preparados para beneficiarse de la acción de Dios.
Y
puesto que la tarea de Juan es preparar la misión de Jesús, nos da la clave
fundamental para entender el resto del evangelio: la misión de Jesús consiste
en realizar un nuevo éxodo, en comenzar un nuevo proceso de liberación que ya
no es sólo para un pueblo, sino para toda la humanidad.
Vivir
el Adviento con las ideas del profeta Baruc, significa despojarnos de apatía,
de las desigualdades y de los liderazgos protagónicos individuales o de
pequeños grupos.
Vivir
el Adviento con las ideas del profeta Baruc, significa cambiar promoviendo liderazgos
comunitarios que ayuden a todos a tomar conciencia de la situación, que
favorezcan la participación, aportando ideas y actividades.
Vivir
el Adviento con las ideas del profeta Baruc, significa nivelar, luchar para que
desde lo más cercano a nosotros, se rompan las desigualdades y construyamos una
Iglesia, una sociedad de iguales
Cosme
Carlos Ríos
Diciembre
05 del 2015
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