El Señor está cerca, alegrémonos
Nuestra sociedad se prepara para celebrar la Navidad, pero entre nosotros resalta el individualismo, la
competitividad, el aspecto comercial, el exceso en el comer y en el beber.
No aprovechamos este tiempo para integrarnos más, para construir la
armonía entre las personas y los demás seres humanos.
El texto del profeta Sofonías nos habla de un tiempo poco antes del reinado de Josías.
El país se hallaba sumido en la mayor miseria moral y hacía tiempo se dejaba
sentir la amenaza de Asiria.
Sofonías, testigo
de los grandes pecados de Israel y del duro castigo con que Dios va a purificar
a su pueblo, preanuncia la restauración y redención que Dios va a obrar. A los
beneficiarios de ella, los llama el “resto”. Con este “resto” creará Dios un
pueblo nuevo.
Al final de su
libro Sofonías vislumbra algunas luces de esperanza: el rey Josías se presenta
como un gran reformador y Asiria parece aflojar por el momento su cerco.
Es la ocasión para
anunciar días mejores para Jerusalén, e invitar a la alegría a través de una
gran fiesta en la que todo serán danzas, alegría y regocijo.
Ahora ya no es Israel el que se goza en el
Señor; es el mismo Señor quien se goza con su nuevo pueblo. Es como el “esposo”
que se goza en la “esposa”.
Muchas veces en los
profetas la “Alianza” es presentada como “Desposorio”: “Yahvé, tu Dios, está en
medio de ti; exulta de gozo por ti y se complace en ti; te ama y se alegra con
júbilo; hace fiesta por ti”.
Los textos de la
liturgia de hoy nos invitan a la alegría. Ese es el modo de esperar al Señor:
la auténtica alegría del pueblo de Dios es Cristo, el Mesías largo tiempo
esperado.
El pasaje de Lucas nos habla del testimonio de Juan
Bautista, el precursor. Su predicación impresiona al pueblo, la gente se acerca
para preguntarle: “¿Qué debemos hacer?”.
Es una prueba de
que han comprendido el mensaje, perciben que el bautismo de Juan exige un
comportamiento. La respuesta llega enseguida: compartan lo que tengan: vestido,
comida, etc.
No se pregunta lo
que hay que pensar, ni siquiera lo que hay que creer. El Evangelio pretende que
el oyente de la Palabra de Dios se convierta, es decir, que su conducta y su
comportamiento estén de acuerdo con la justicia que exige el Reino.
La buena noticia
entraña una exigencia nítida: los que tienen bienes o poder deben compartirlos
con los que no tienen nada, o son más débiles.
Vivir la alegría
del Adviento significa recordar que nos estamos preparando para celebrar al
Emmanuel (Dios con nosotros)
Vivir la alegría
del Adviento significa para nosotros abrir los ojos y vislumbrar la esperanza
en aquellos que construyen la justicia y la hermandad por ejemplo en la lucha
de la Hermana Consuelo Morales, acompañando a las víctimas de los
desaparecidos.
Igualmente en los
esfuerzos del Padre Chemita y su defensa de los ejidatarios del poblado San
Juan, Cadereyta, su lucha contra la contaminación ambiental.
Vivir el Adviento
significa también, abrir los ojos y descubrir la esperanza en todos aquellos
que, desde lo pequeño luchan para construir un mundo mejor
Diciembre 12 del 2015
Cosme Carlos Ríos
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