Urge que nos congreguemos para
construir el Reino de Dios
Vivimos en un mundo que no funciona. La injusticia, la guerra, la
división, la persecución de todos aquellos que luchan por la verdad y la
justicia, la opresión cada día mayor de los oprimidos.
La división en el seno de la familia, las luchas fratricidas, la droga,
el alcoholismo, la marginación, el desempleo
el hambre y un largo etcétera de tristes realidades son el pan amargo
nuestro de cada día.
Nos cuesta mucho trabajo reunirnos, dejar nuestro egoísmo, formar grupos
y comunidades, para realizar un proyecto común que nos haga posible colaborar
en la construcción del Reinado de Dios
Los grupos “apocalípticos” surgen como una forma de protesta, y a veces
de resistencia, frente a un sistema opresor centralizador del poder,
ideológicamente discriminador religiosamente monopólico, etc., que de hecho los
margina.
La apocalíptica tiene una gran potencia de anuncio de Buena Noticia:
proclama una esperanza cuando todo parece perdido; sostiene la fidelidad a Dios
cuando lo recibido no responde adecuadamente a las crisis presentes.
El lenguaje apocalíptico busca fortalecer la esperanza e invita a
mantener la lucha en fidelidad a Dios.
Se reconoce que el libro de Daniel fue escrito en la época en que Antíoco
IV Epífanes perseguía a los judíos que se resistían a la imposición de la
cultura y la religión de los griegos.
El texto que leemos hoy hace la promesa de que Miguel se levantará para
defender al pueblo en ese momento de gran angustia.
También aparece, por primera vez el anuncio la resurrección individual, que para unos será vida eterna y para otros,
castigo eterno.
El Evangelio de hoy anima a los
cristianos, inmersos en este mundo de desgracias y sombras, a seguir luchando.
Y como la realidad era tan dura, recurre
a la poesía, a la hipérbole, citando frases e imágenes de los profetas Isaías,
Daniel y Zacarías, y recomponiéndolas para hacer un canto a la esperanza.
El día en que venga el Hijo del Hombre para reunir a los elegidos, a
todos aquellos que lucharon por la causa de un mundo distinto, los cimientos
del orbe, de este sistema mundano se conmoverán...
Nada se dice aquí de que Jesús venga a castigar a los malos: “vendrá a
reunir a todos los elegidos dispersos por el mundo”
.
Tenemos que colaborar para que la congregación de los elegidos, que es
el proyecto del Padre, no se deje para el último día, sino que se vaya dando en la lucha diaria por
construir un mundo de hermanos.
Urge que, sin discriminaciones, nos congreguemos para luchar para lograr
la seguridad pública, pues de uno en uno somos más frágiles, y estamos más
expuestos y vulnerables.
Urge que nos congreguemos para fortalecer la esperanza y la lucha de los
que trabajan por mejores salarios y condiciones más justas en el trabajo.
Urge que, por encima de nuestras opciones partidistas, nos congreguemos para exigir solución al
problema de la basura aportando nuestro mejor esfuerzo para tener una ciudad
limpia para todos.
Pensando en el bienestar de todos, hace falta que nos congreguemos para
exigir un transporte público y de calidad, comprometiéndonos a usarlo y
cuidarlo como patrimonio común.
Urge que como ciudadanos, de cualquier índole, nos congreguemos para
exigir y conservar calles alumbradas y con pavimento de calidad.
Urge que nos congreguemos,
para construir familias cimentadas en el amor, el respeto, el diálogo y la
colaboración, sin distinguir el tipo de familia que de hecho, existe.
Urge que nos
congreguemos para fortalecer la esperanza de un mundo sin guerras, donde el
respeto, el diálogo y la colaboración, entre individuos, grupos y naciones sean
la metodología para resolver todo tipo de conflictos.
Frente a los hechos
sangrientos perpetrados en Parías, urge que nos congreguemos y nos manifestaciones
contra el odio, tanto a nivel personal, como grupal, étnico, racial o nacional
Cosme Carlos Ríos
Noviembre 14 del 2015
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