Unidos
a la comunidad de discípulos para dar frutos
Acostumbramos
vivir nuestra fe de manera individual; aunque participamos en actos religiosos
de la comunidad poco participamos en algún apostolado comunitario.
Nos
esforzamos por conservar nuestra fé, pero en general poco estamos conscientes
de que también en ese campo tenemos que madurar y dar los frutos del Reino.
La
desconfianza y los recelos de unos grupos para con otros hace difícil nuestra
experiencia de comunidad y nuestra participación en la actividad pastoral.
El
libro de los Hechos nos recuerda hoy la primavera de Paulo al encontrarse con
Jesús resucitado. El hombre violento, fanático y perseguidor de los discípulos
de Jesús, al encontrarse con Él se convierte en uno de los mayores testigos de
Jesús.
Paulo
comienza a dar testimonio por su cuenta, luego toma conciencia de que debe
acercarse a la comunidad de los discípulos, pero las desconfianzas hacen
difícil el encuentro.
Bernabé,
amigo de Paulo a quien llamaban “hijo de consolación”, lo presentó a la
comunidad y es desde ahí, desde dónde se
manifestarán los frutos de su intensa actividad misionera.
El
evangelio de Juan se escribe en momentos de persecución religiosa, por ello
algunos discípulos siguen realizando la práctica de Jesús, pero sin hacerse
notar como parte de la comunidad.
El Primer Testamento presenta frecuentemente a
Israel como una viña elegida y cuidada por Dios, de la cual él espera
abundantes frutos; en el segundo Testamento la viña elegida y cuidada por Dios
es la comunidad de discípulos del Resucitado.
La unión y comunión del creyente con Jesús
presente en la comunidad es indispensable para poder dar fruto.
Esta unión o permanencia con Él tiene lugar a
través de su amor y es fuente de la plenitud de su alegría. Jesús quiere
seguidores alegres que vivan el amor y lo gocen.
Pasar con Pablo del invierno del fanatismo y la
violencia a la primavera implica para nosotros asumir la alegre tarea de salir
al encuentro de los hermanos alejados para proclamarles la buena noticia de
Jesús resucitado.
Permanecer unidos a Jesús resucitado implica para
nosotros pasar del invierno del individualismo, el fanatismo, los recelos y la
desconfianza a la primavera de la alegría, la confianza, el diálogo y la
colaboración.
Permanecer unidos a Jesús resucitado implica para
nosotros vivir la primavera de formar grupos y comunidades alegres que se
reúnen para conocer, meditar las enseñanzas de Jesús y dar frutos de
misericordia y de fraternidad.
Permanecer unidos a Jesús resucitado implica para
nosotros organizar asambleas que nos ayuden a conocer nuestra realidad y para
descubrir y llevar a cabo lo que el Resucitado quiere realizar hoy entre nosotros
Mayo 02 15
Cosme Carlos Ríos
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