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sábado, 2 de mayo de 2015

Unidos a la comunidad de discípulos para dar frutos

Acostumbramos vivir nuestra fe de manera individual; aunque participamos en actos religiosos de la comunidad poco participamos en algún apostolado comunitario.
Nos esforzamos por conservar nuestra fé, pero en general poco estamos conscientes de que también en ese campo tenemos que madurar y dar los frutos del Reino.
La desconfianza y los recelos de unos grupos para con otros hace difícil nuestra experiencia de comunidad y nuestra participación en la actividad pastoral.

El libro de los Hechos nos recuerda hoy la primavera de Paulo al encontrarse con Jesús resucitado. El hombre violento, fanático y perseguidor de los discípulos de Jesús, al encontrarse con Él se convierte en uno de los mayores testigos de Jesús.
Paulo comienza a dar testimonio por su cuenta, luego toma conciencia de que debe acercarse a la comunidad de los discípulos, pero las desconfianzas hacen difícil el encuentro.
Bernabé, amigo de Paulo a quien llamaban “hijo de consolación”, lo presentó a la comunidad y es desde ahí, desde  dónde se manifestarán los frutos de su intensa actividad misionera.
El evangelio de Juan se escribe en momentos de persecución religiosa, por ello algunos discípulos siguen realizando la práctica de Jesús, pero sin hacerse notar como parte de la comunidad.
El Primer Testamento presenta frecuentemente a Israel como una viña elegida y cuidada por Dios, de la cual él espera abundantes frutos; en el segundo Testamento la viña elegida y cuidada por Dios es la comunidad de discípulos del Resucitado.
La unión y comunión del creyente con Jesús presente en la comunidad es indispensable para poder dar fruto.
Esta unión o permanencia con Él tiene lugar a través de su amor y es fuente de la plenitud de su alegría. Jesús quiere seguidores alegres que vivan el amor y lo gocen.

Pasar con Pablo del invierno del fanatismo y la violencia a la primavera implica para nosotros asumir la alegre tarea de salir al encuentro de los hermanos alejados para proclamarles la buena noticia de Jesús resucitado.
Permanecer unidos a Jesús resucitado implica para nosotros pasar del invierno del individualismo, el fanatismo, los recelos y la desconfianza a la primavera de la alegría, la confianza, el diálogo y la colaboración.
Permanecer unidos a Jesús resucitado implica para nosotros vivir la primavera de formar grupos y comunidades alegres que se reúnen para conocer, meditar las enseñanzas de Jesús y dar frutos de misericordia y de fraternidad.
Permanecer unidos a Jesús resucitado implica para nosotros organizar asambleas que nos ayuden a conocer nuestra realidad y para descubrir y llevar a cabo lo que el Resucitado quiere realizar hoy entre nosotros
Mayo 02 15
Cosme Carlos Ríos




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