Transfigurarnos para mostrar el rostro de Jesús
La renuncia
del Papa Benito XVI es una muestra de la crisis que se vive en la Iglesia.
Es público y
notorio que hay luchas de poder entre los miembros del colegio cardenalicio. Es
igualmente público que hay corrupción en la administración del banco Vaticano.
Las
acusaciones de abuso sexual de sacerdotes hacia niños es un escándalo que el
Papa no ha podido, no ha sabido o no se ha atrevido a enfrentar.
Aunado a los
achaques propios de su avanzada edad, esto explica el por qué renuncia el
Pontífice.
Estamos
mostrando a la humanidad un falso rostro de Jesús, estamos ocultando el
verdadero rostro de Jesús.
Urge un nuevo modelo de Iglesia, una
transfiguración, que muestre mejor la
vida y las enseñanzas de Jesucristo.
Urge un nuevo modelo de autoridad en la Iglesia,
una transfiguración, que, ponga de
manifiesto el rostro de Jesucristo en el mundo de hoy.
Todas y todos los cristianos necesitamos una
transfiguración que ponga de manifiesto el verdadero rostro de Jesucristo
Para
comprender el evangelio de hoy es importante tomar en cuenta la forma en que se
relata, que está llena de simbolismo, y tomar en cuenta la situación que están viviéndolos
discípulos de Jesús.
En la
tradición bíblica el monte es lugar de encuentro con Dios o sea lugar de
oración.
La
transfiguración de Jesús recuerda la transfiguración de Moisés después del
encuentro con Dios (Éxodo 34, 29).
Moisés y Elías
representan la tradición de fé que Israel recibió a través de la Ley (Moisés) y
de los Profetas (Elías)
Las chozas, en
las que sueña Pedro, recuerdan que en el paso por el desierto el pueblo de
Israel vivió en campamentos.
La nube
recuerda la presencia protectora de Dios (Éxodo 13, 21-22)
El evangelista
nos ha relatado la crisis que viven
los discípulos de Jesús: pues al iniciar su ministerio Jesús realizó muchas
curaciones y era buscado por las multitudes. Pero, en este ejercicio, Jesús
desatendió costumbres importantes para la sociedad de su tiempo como las leyes
de pureza y la ley del sábado.
Jesús realizó
curaciones en sábado y declaró que el sábado se hizo para el hombre y no el
hombre para el sábado. Jesús tocó con sus manos al leproso, permitió que lo
tocara la hemorroísa y tendió la mano a la difunta niña, hija de Jairo.
Esto le
acarreó las críticas y agresiones de parte de los escribas y fariseos, los
hombres del sistema, y trajo como resultado el que la gente se acercara menos a
Jesús.
Los
discípulos, al ver que disminuye el número de seguidores, presienten el fracaso
y comienzan a desalentarse.
Por su parte,
Jesús, viendo cómo están las cosas, e interpretándolas a la luz de la
experiencia de los profetas, comienza a hablar de su muerte y resurrección, lo
cual aumenta el miedo y desilusión de los discípulos.
Jesús decide
llevarse con él a los más destacados de su comunidad y los invita a encontrarse
con Dios y a meditar la situación que están viviendo a la luz de la Ley y de
los Profetas.
La voz del
Padre confirma que "Este es mi Hijo, mi Elegido; escúchenlo” y a partir de ahí; Jesús continúa su ministerio pero con una transfiguración: ya no se dirigirá de lleno a las
multitudes, sino que se dedicará a instruir a sus discípulos.
La Cuaresma es
tiempo para transfigurarnos, descubriendo y mostrando verdadero rostro de
Jesús.
Nuestra
oración tiene que ser más de búsqueda del verdadero rostro de Jesús. Nuestra
búsqueda tiene que ser cada vez más una búsqueda comunitaria.
Nuestra
oración, transfigurada, tiene que ser
más atenta a las situaciones por las que estamos pasando, en particular,
nuestras crisis personales y comunitarias, y luego, interpretadas a la luz de la palabra del
Padre.
Necesitamos
transfigurarnos para ser más hermanos, viviendo el respeto, la tolerancia, el
perdón y la compasión de modo especial
hacia los más débiles y necesitados.
Tenemos que
fortalecer nuestra esperanza en el apoyo mutuo fortaleciendo el espíritu
comunitario para enfrentar las crisis de hoy.
CCR
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