Si no cambiamos no daremos los frutos del reino
Muchos
creyentes nos escandalizamos de las prácticas que realizan las personas de otra
religión, en particular de la terquedad con que hacen su propaganda.
No ponemos
atención al amor a Jesucristo del que ellos son portadores y los mueve a
recorrer las calles anunciando el Evangelio desde su manera particular de
comprender a Dios. No tenemos mucha preocupación por dar los frutos de Jesús
Nos
escandalizamos cuando algún desconocido pasa a hacer las lecturas de la
Palabra, pero no nos fijamos en su parecido con la persona de Jesucristo, ni en
sus buenas obras.
Remarcamos más
la observancia de leyes y costumbres que la práctica de la misericordia, que es
el verdadero fruto del reino.
Nos
escandalizamos de la forma de vestir de algunas personas en particular si son
jóvenes. Hacemos oídos sordos a su voz que se alza en reclamo de un mundo más
justo para todos, más incluyente.
Las lecturas
de hoy nos revelan cómo es Dios y cuál es su proyecto. ¡Qué falta nos hace
conocerlo, para que nuestro trato hacia los demás, sea conforme a lo que Dios
es y lo que Dios quiere¡
Cuando el
libro del Éxodo nos relata la vocación de Moisés nos presenta a Dios con estas
expresiones "He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he
escuchado sus gritos cuando lo maltrataban sus mayordomos.
Yo conozco sus
sufrimientos, y por esta razón estoy bajando, para librarlo del poder de los
egipcios y para hacerlo subir de aquí a un país grande y fértil, a una tierra
que mana leche y miel, al territorio de los cananeos, de los heteos, de los
amorreos, los fereceos, los jeveos y los jebuseos.
El Dios de
Moisés es el que ve, el que oye, el que conoce el sufrir del pueblo: el dios
misericordioso que toma partido por él.
El salmo que
leemos nos revela el rostro de Dios y se resume en la frase: El Señor es
compasivo y misericordioso.
Las palabras de Jesús que escuchamos hoy -¿Piensan que esos galileos
eran más pecadores que los demás, por la suerte que han sufrido? Les digo que
no; y, si no cambian de vida y de corazón también ustedes perecerán.
Y aquellos
dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan que eran más
culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les digo que no; y, si no
cambian de vida y de corazón también ustedes perecerán.
Y en la parábola que cuenta a continuación, nos
presenta la actitud de de Jesús hacia los pecadores. -Señor, déjala todavía este año; entretanto yo cavaré alrededor y le
echaré estiércol; Puede ser que así dé fruto en adelante y, si no, la cortas".
El Padre de la misericordia, el que ve, que
escucha y conoce el dolor de los seres humanos nos invita a ser misericordiosos
como El es misericordioso.
Si no cambiamos de manera de vivir y de actuar
para pensar, sentir y actuar como el Padre no tenemos derecho a estar a su
lado.
Si sólo nos fijamos en las limitaciones que
tienen los demás y si no somos capaces de valorar el bien que aportan, y si
sólo presumimos del bien que hacemos, y no somos capaces de tomar conciencia de
nuestras propias faltas no podremos construir la comunidad de Jesús.
No estaremos dando los frutos del Reino.
¿Qué frutos espera Jesús de nosotros, en este tiempo y en este lugar?
¿Qué cambios tenemos que hacer para darlos?
CCR
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