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sábado, 10 de noviembre de 2012

Mujeres pobres nos evangelizan


Petrita, la llamaban la Prieta, era una mujer muy pobre que vivía en un tejabán con piso de tierra. Había sido abandonada por el marido con cinco hijos cuando todavía era muy joven

Ella pertenecía a un grupo de Acción católica y colaboraba en las actividades de la Parroquia.

Cuando ya era anciana, regresó el marido, lleno de achaques, inútil y sin poder aportar nada al bienestar de la familia y la Prieta lo recogió, lo atendió durante los largos meses de su enfermedad y le dio cristiana sepultura

Algunas personas comentaban que Petrita se pasaba de tonta, pero pensándolo bien podríamos preguntarnos: ¿Qué piensa Jesús del comportamiento de Petrita?

En nuestras actividades pastorales no hay un espacio para la gente menuda: Los que no saben leer, los ancianos, los que tienen capacidades diferentes, las madres solteras etc.

 

El libro de los Reyes recoge tradiciones populares en torno al profeta Elías y las presenta sin un orden especial.

Podemos asegurar con seguridad que el profeta Elías es el profeta de la fidelidad a Yahvé y a las tradiciones del Éxodo.

Esta fidelidad lo enfrentó con el rey Acab, quien  impulsó grandemente el culto a Baal el dios de los fenicios y por ello junto con Jezabel, la reina declaró al profeta una persecución a muerte.

El profeta, perseguido, cansado y muerto de hambre y sed, llega a Sarepta en territorio de Sidón donde una mujer viuda, a riesgo de caer en la cólera del rey, con lo último que le queda de harina y de aceite, conforta y anima al profeta perseguido.

Resalta el aporte que esta pobre viuda hace a la misión profética de Elías

 Estando Jesús en Jerusalén acude al templo y se pone a observar a las personas que dan sus ofrendas y fija la mirada en la ofrenda de dos moneditas que hace una mujer viuda.

Jesús hace notar la forma en que esta pobre viuda apoya la obra de Dios que se realiza desde el templo.

Poco sabía aquella pobre mujer de la explotación que había en el templo, de la inmensa riqueza que allí se acumulaba, de cómo los sacerdotes tesoreros del templo distribuían a placer aquel inmenso tesoro, y cómo se beneficiaban de aquello los que, diciendo servir a Dios, se servían de la gente para incrementar sus propias arcas.

Pero ella, demostró con aquel gesto, su amor a Dios sobre todas las cosas. Sabía que Dios lee en lo oculto del corazón.

 

Estaremos siguiendo el ejemplo de estas mujeres si dejamos a un lado nuestros complejos de inferioridad y valorando lo que tenemos, lo ponemos al servicio de la causa del Reinado de Dios.

Estaremos valorando la actuación de estas mujeres si en nuestra actividad pastoral abrimos espacios en los que puedan participar las personas que no saben leer, los ancianos, los que tienen capacidades diferentes, las madres solteras.

Apoyemos el movimiento ciudadano por la paz

CCR

 

 

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