El Espíritu Santo y la misión
Por mucho tiempo
el Espíritu Santo ha estado bastante olvidado en la vida, en la oración y en la
pastoral de la Iglesia.
Recientemente,
a partir de grupos pentecostales, se ha impulsado el conocimiento y el amor al
Espíritu Santo.
Pero mucho ha
quedado reducido a la vida personal, sin proyección a la vida de la
Iglesia y con la misión de la comunidad.
Nos hace falta
profundizar en la Sagrada Escritura y en particular en los Evangelios, para
conocer al Espíritu Santo, su relación con Jesús y con los discípulos para que,
en la misión, nos abramos a su actuación.
La región de
Samaria formó originalmente parte de las 12 tribus que formaron Israel.
A la muerte de
Salomón, que había restablecido los tributos y los trabajos forzados, las 10
tribus del Norte se rebelaron contra la casa de David y formaron un reino
diferente. Con ello se hizo difícil la convivencia entre ambos pueblos
El año 722 a.
c. el emperador de Asiria derrotó militarmente al rey de Samaria y se llevó
cautivos a numerosos ciudadanos de este país.
Trajo en su
lugar a colonos venidos de otras partes que traían una cultura y una religión
diferente, lo que hacía imposible la integración entre ellos para sacudirse el
yugo del emperador.
A partir de ese
momento la convivencia entre judíos y samaritanos se volvió imposible y
evitaban todo tipo de convivencia entre ellos.
Los judíos
eran sumamente cerrados e intolerantes hacia las otras expresiones religiosas.
La comunidad
cristiana de Jerusalén ha asumido algunos de los valores de Jesús, pero es
heredera de la cultura de cerrazón e intolerancia del grupo judío.
No les cabe en
la cabeza que Felipe, que no es del grupo de los Doce, se lance a la misión, y
mucho menos que lleve el Evangelio a tierra de samaritanos.
Sospechan de la
actuación de Felipe y es por ello que mandan a Pedro y a Juan a Samaria. Pero
El Espíritu los obliga a reconocer lo que parecía imposible:
- Felipe tiene legítimo derecho a participar en la misión; esta no es exclusiva de los Doce
- Los destinatarios de la misión no son sólo los judíos sino todos los pueblosEl evangelio continúa en el contexto de la semana anterior: Los discípulos presienten que Jesús se va a separar de ellos y se sienten desamparados. Jesús les manifiesta lo que espera de ellos:Ustedes demostrarán que me aman, si cumplen mis mandamientos. El que me obedece y hace lo que yo mando, demuestra que me ama de verdad.Amar a Jesús es seguir viviendo lo que El enseñó con su vida y con su palabra: Pero vivir la misericordia hacia los marginados y denunciar a los poderes que provocan muerte puede conducir a la Cruz y esto da miedoJesús les promete: Yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedesEl paráclito es el que está al lado, que consuela y como abogado, defiende. Entendemos que se trata del Espíritu SantoPodemos entender que:El Espíritu Santo, en nombre de Jesús, acompaña, consuela y defienda a la comunidad ante los riesgos que comporta la misión.El Espíritu Santo confirma que la misión es tarea de todos los discípulos de Jesús y que la misión no tiene fronterasCreer en el Espíritu Santo nos compromete a leer y profundizar los textos del Evangelio que lo relacionan con la misión de María, con la misión de los discípulos y con el nacimiento y envió de la Iglesia.Abrirnos a la acción del Espíritu Santo significa para nosotros valorar en la comunidad, las buenas obras de los pequeños y ofrecerles oportunidades para que actúen.Abrirnos a la acción del Espíritu Santo significa para nosotros no poner límites a la acción pastoral y, a la manera de Felipe, ir más allá de la frontera: más allá de lo acostumbrado
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