Buscar este blog

Buscar este blog

sábado, 1 de febrero de 2014


 
Presentación del Señor
Tomado de lectionautas
 
El Evangelio del Domingo de hoy se enmarca en la fiesta que celebramos de la Presentación del Señor. El texto se enmarca entre la ida a Jerusalén y el regreso a Nazaret (v.39).
Se hace mención al crecimiento del niño: “El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él”, (v.40).
Los sucesivos encuentros con Simeón y Ana van mostrando diversos aspectos del cumplimiento de la promesa de Dios y por otra parte abren al lector a ver que es posible que un hombre y una mujer del pueblo reconozcan en este niño al Mesías esperado.
 A través de estos personajes, los mismos lectores –nosotros-son interpelados a la confesión de fe.
El encuentro con Simeón está marcado por la alegría del cumplimiento de la promesa; Simeón al ver al Señor, entiende que su vida ya está cumplida: si el Salvador está, su salvación también se realiza en medio de nosotros, una salvación que alcanza a todos los pueblos
Pero por otro lado, la cruz no deja de hacerse presente, esta vez en el anuncio a la madre: "este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan o se levanten…
La profetisa Ana, que es presentada como una anciana que sirve al Señor con ayunos y oraciones, reconoce también al niño y enseña la actitud oportuna frente a este encuentro: la acción de gracias y el testimonio: “comenzó a dar gracias a Dios y a hablar del niño Jesús a todos …”
Estos dos personajes son presentados por Lucas como modelo de la aceptación de fe: la alegría, la acción de gracias y el testimonio, aún en la conciencia de la contradicción y el dolor.
No se narra la presentación del Señor solo para hacer una referencia a la infancia de Jesús, sino que los textos son enseñanza y desafío de fe para quien los lee.
El Papa Francisco escribió la Exhortación Apostólica Alegría del Evangelio: “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso.
No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor».
 Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo.
Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido!

No hay comentarios:

Publicar un comentario