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jueves, 5 de abril de 2012


Viernes Santo

Nuestras celebraciones de este día fijan la mirada en el Calvario en el que contemplamos el dolor del Crucificado.
Nos llama mucho la atención el dolor y la sangre derramada, pero casi siempre nos quedamos mirando hacia el pasado y no nos atrevemos a mirar a los crucificados de hoy.
La globalización hace emerger, en nuestros pueblos, nuevos rostros de pobres, de nuevos crucificados, víctimas con Jesús de un sistema que oprime y que destruye la vida y la persona.
En este viernes Santo con especial atención fijamos nuestra mirada en los migrantes, las víctimas de la violencia, las víctimas del tráfico de personas, las víctimas de los secuestros, los desaparecidos y las familias de todos ellos.  
En ellos se refleja el rostro sufriente de Jesús de Nazaret.



Contemplamos hoy a Jesús en la Cruz, pero tenemos que entender:
La crucifixión era la máxima pena que imponía el imperio. La cruz era un castigo tan denigrante que no se podía aplicar a quienes fueran ciudadanos romanos.
Solamente eran crucificados los enemigos del imperio, los presos políticos y los rebeldes capturados en guerra.
Jesús muere al estilo de los sediciosos y revoltosos, identificado con ellos.
El testimonio de Jesús hizo comprender a los discípulos que el camino de la cruz era, una manera radical de optar por la justicia y la paz y era el camino de oprobio y maldición.
La cruz obligó a los discípulos a cambiar de mentalidad y a ponerse de lado de todos los que así morían.
Ellos proponían como salvador de la Humanidad a un hombre que murió proscrito por la ley, pues su predicación anunciaba al "Dios crucificado".


María participó de la misma suerte de su hijo. El camino al Calvario exigió de ella y de todo el grupo de mujeres que seguían al Nazareno, la máxima resistencia ante el dolor y la humillación.
La presencia de María en el camino al calvario es  consecuencia de un seguimiento valiente y decidido. María se hizo partícipe de la actividad misionera de su hijo.
De María de Nazaret no sólo debemos tener una figura idealizada; debemos recuperar la imagen que de ella nos ofrece el evangelio.
El Nuevo Testamento nos muestra a María como una mujer que crece en amor y fidelidad al reino de Dios.
Su voz se alza como una exigencia de justicia en medio de una situación en la que se ha perdido el sentido del respeto a la vida.

Hoy, María nos invita a comprometernos decididamente con la propuesta de Dios. Ella no dudó en dar una respuesta generosa a la oferta de Dios.
Las realidades cotidianas nos exigen una actitud diferente ante la realidad. No podemos dejarnos envolver únicamente por problemas ínfimos olvidando la situación de nuestra comunidad local.
Tenemos que contemplar a Jesús en los migrantes, las víctimas de la violencia, víctimas del tráfico de personas y secuestros y desaparecidos y las familias de todos ellos.


Pero la verdadera compasión de Jesús nos tiene que llevar a defender a las víctimas y a combatir las causas que generan estas situaciones. Para ello tendremos que actuar en forma organizada y en alianza con todos aquellos que persiguen objetivos similares
Al igual que María debemos estar atentos a la voz que Dios nos dirige en las situaciones que exigen nuestra solidaridad.
Nuestra devoción mariana debe crecer en la práctica de la justicia.
¿En qué comunidad o grupo nos vamos a integrar para hacer llegar la compasión de Jesús a todas estas víctimas?
Busquemos caminos, formas de organización, unámonos a los que ya están luchando.
CCR







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