Viernes
Santo
Nuestras celebraciones de este día
fijan la mirada en el Calvario en el que contemplamos el dolor del Crucificado.
Nos llama mucho la atención el
dolor y la sangre derramada, pero casi siempre nos quedamos mirando hacia el
pasado y no nos atrevemos a mirar a los crucificados de hoy.
La globalización hace emerger, en
nuestros pueblos, nuevos rostros de pobres, de nuevos crucificados, víctimas
con Jesús de un sistema que oprime y que destruye la vida y la persona.
En este viernes Santo con especial
atención fijamos nuestra mirada en los migrantes, las víctimas de la violencia,
las víctimas del tráfico de personas, las víctimas de los secuestros, los desaparecidos
y las familias de todos ellos.
En ellos se refleja el rostro sufriente de Jesús de
Nazaret.
Contemplamos hoy a Jesús en la
Cruz, pero tenemos que entender:
La crucifixión era la máxima pena
que imponía el imperio. La cruz era un castigo tan denigrante que no se podía
aplicar a quienes fueran ciudadanos romanos.
Solamente eran crucificados los
enemigos del imperio, los presos políticos y los rebeldes capturados en guerra.
Jesús muere al estilo de los
sediciosos y revoltosos, identificado con ellos.
El testimonio de Jesús hizo
comprender a los discípulos que el camino de la cruz era, una manera radical de
optar por la justicia y la paz y era el camino de oprobio y maldición.
La cruz obligó a los discípulos a
cambiar de mentalidad y a ponerse de lado de todos los que así morían.
Ellos proponían como salvador de
la Humanidad a un hombre que murió proscrito por la ley, pues su predicación
anunciaba al "Dios crucificado".
María participó de la misma suerte
de su hijo. El camino al Calvario exigió de ella y de todo el grupo de mujeres
que seguían al Nazareno, la máxima resistencia ante el dolor y la humillación.
La presencia de María en el camino
al calvario es consecuencia de un
seguimiento valiente y decidido. María se hizo partícipe de la actividad
misionera de su hijo.
De María de Nazaret no sólo
debemos tener una figura idealizada; debemos recuperar la imagen que de ella
nos ofrece el evangelio.
El Nuevo Testamento nos muestra a
María como una mujer que crece en amor y fidelidad al reino de Dios.
Su voz se alza como una exigencia
de justicia en medio de una situación en la que se ha perdido el sentido del
respeto a la vida.
Hoy, María nos invita a
comprometernos decididamente con la propuesta de Dios. Ella no dudó en dar una
respuesta generosa a la oferta de Dios.
Las realidades cotidianas nos
exigen una actitud diferente ante la realidad. No podemos dejarnos envolver
únicamente por problemas ínfimos olvidando la situación de nuestra comunidad local.
Tenemos que contemplar a Jesús en
los migrantes, las víctimas de la violencia, víctimas del tráfico de personas y
secuestros y desaparecidos y las familias de todos ellos.
Pero la verdadera compasión de
Jesús nos tiene que llevar a defender a las víctimas y a combatir las causas
que generan estas situaciones. Para ello tendremos que actuar en forma
organizada y en alianza con todos aquellos que persiguen objetivos similares
Al igual que María debemos estar
atentos a la voz que Dios nos dirige en las situaciones que exigen nuestra
solidaridad.
Nuestra devoción mariana debe
crecer en la práctica de la justicia.
¿En qué comunidad o grupo nos vamos a integrar para
hacer llegar la compasión de Jesús a todas estas víctimas?
Busquemos caminos, formas
de organización, unámonos a los que ya están luchando.
CCR
No hay comentarios:
Publicar un comentario