Muchos
creyentes usamos los 10 mandamientos como norma de vida; pero solemos
interpretarlos en forma individualista y con ello damos legitimidad al poder
que oprime, que quita la libertad y crea desigualdades.
Nuestros
templos, por su apariencia de grandiosidad y por la suntuosidad del culto, dan
la impresión de riqueza y de comercialización.
En los templos
y en la actividad de la Iglesia se hace poco énfasis en la justicia, en la
libertad y en la igual dignidad de las personas y poca o nula es la denuncia en contra de la violación de
estos valores.
El redactor del
texto Éxodo 20, 1-17, (que refiere la
entrega de los 10 mandamientos), presenta como autor de esta ley a “Yahvé tu Dios que te sacó de Egipto, la casa
de la esclavitud”
Al colocar la
entrega de esta ley al pie del Monte Sinaí, que está en el camino que va de la
tierra de la esclavitud a la tierra prometida, hace de los 10 mandamientos, a la vez, una protesta y una propuesta.
Una protesta contra un proyecto de injustica,
de esclavitud y de desigualdad (La sociedad egipcia). Una propuesta para establecer en la tierra prometida un proyecto de libertad,
de justicia y de igualdad.
En el pueblo
de Israel el primer intento de construir un templo corresponde al rey David,
que con ello pretendía legitimar sus actitudes imperialistas, poniendo al mismo
Yahvé bajo su control, pues el templo a construir dependería del mismo David.
Sin embargo en
la Biblia el templo se propone como lugar
de Encuentro del Pueblo con su Dios y de Dios con su pueblo.
Con el correr
del tiempo, hasta Jesús, el templo se convirtió en la sede del poder, no sólo
religioso, sino también político y económico (En el recinto del templo se
guardaban las grandes fortunas para el comercio nacional e internacional)
Los encargados
del templo, los sacerdotes, controlaban todas las actividades que en él se
realizaban, haciendo de él, el único espacio donde podían adquirirse las
ofrendas para Dios.
Esto producía
un enriquecimiento para los sacerdotes y al mismo tiempo una explotación para el
pueblo, y todo esto, en nombre de Dios. Era por tanto, el templo, un símbolo
del poder que exprime al pueblo en nombre de Dios.
Al realizar la
purificación del templo, Jesús quita legitimidad al templo de Jerusalén y a los
sacerdotes, a la vez que propone su propia humanidad como nuevo lugar de
encuentro con el Padre y con los hermanos.
En el esfuerzo
por vivir nuestra conversión personal, propia de la Cuaresma, es importante que
vivamos los diez mandamientos como medios para vivir la justicia, la igualdad y
la libertad.
Es importante
que en nuestros grupos y comunidades revisemos nuestras relaciones, para que sean de justicia, igualdad y libertad
y es necesario, que todos los que participamos en grupos de Iglesia, luchemos por
construir una sociedad de justicia, igualdad y libertad.
Si nuestros templos son signo de la presencia
de Jesús, es necesario que pongan de manifiesto la gratuidad de toda su obra
salvadora, evitando las apariencias de comercialización y promoviendo que los que en ellos nos reunimos,
vivamos la justicia, la igualdad, la hermandad y libertad.
Además los que
participamos en el templo hemos de realizar alianzas con todas las personas,
grupos y comunidades de buena voluntad, para construir una sociedad de
justicia, igualdad y libertad.
Hagamos propuestas, busquemos los medios ¿Cuál
tiene que ser el primer paso?
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