CLAVES DE LA RESTAURACIÓN EN LA IGLESIA CATÓLICA
Estas palabras hablan por sí mismas
y nos dan la clave para entender lo que hoy está pasando en la cúpula de la Iglesia.
He aquí unos puntos fundamentales:
1. El cardenal
Ratzinger, negando la experiencia positiva posconciliar de toda la Iglesia, se
apropia del Concilio y se constituye en
su único intérprete.
2. Declara desfavorable,
negativa y equivocada toda la aplicación posconciliar hecha por la Iglesia.
3. Considera un desastre
los frutos del Concilio y, lógicamente, pone bajo sospecha el mismo Concilio, impulsado y apoyado por los
Papa Juan XXIII, Pablo VI y el episcopado universal.
4. Está convencido de que tales frutos no se
deben al “verdadero” Concilio, lo cual equivale implícitamente a considerar que el Concilio fue un hecho
desfavorable, una equivocación y una
cosa que no debió producirse, es decir, el
cardenal rechaza que fuera necesario un cambio histórico en la Iglesia y
que lo fuera en realidad, deja entrever que
el Concilio no aportó nada nuevo y que
se apartó de la tradición multisecular de la Iglesia.
Tiempo han tenido y tendrán los
teólogos de mostrar la inconsistencia del análisis que el cardenal Ratzinger hace en estos documentos,
pero desde siempre ha estado claro que, como escribió el Sínodo Extraordinario, “el Vaticano II ha sido una gracia de Dios y un don del
Espíritu Santo, del que se han derivado muchísimos frutos espirituales
para la Iglesia universal y las Iglesias
particulares, así como también para los hombres de nuestra época”. ¿Cómo el cardenal Ratzinger, en solitario,
puede opinar así en contra del sentir universal de la Iglesia?
No se debe escamotear lo que fue un
hecho irrebatible: el Concilio vivió un conflicto entre una minoría
conservadora y una gran mayoría renovadora. Lo que esa minoría perdió entonces
lo fue ganando posteriormente, contando con la aportación del entonces definidor de la fe, y hoy
Papa, que parecía saber cuál era el
Concilio verdadero y cuál el falsificado, podía afirmar que el tiempo de la
aplicación del verdadero Concilio no había llegado, que había que hacer tabla
rasa de todo y comenzar de nuevo.
Por lo mismo, el problema no está en el
Concilio, que permanece intocable, sino en la resistencia que una minoría le
opuso tenazmente y que el Prefecto de la
Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe respaldó con su presencia e influjo en el pontificado
de Juan Pablo II, confiriéndole
autoridad y aires de oficialidad.
El papa sabe muy bien que en el Concilio se dirimieron cuestiones muy
graves, relacionadas con nuevas maneras
de entender temas como la naturaleza de
la Iglesia, su relación con el mundo, la libertad religiosa, el ecumenismo,
etc. Cuestiones que implicaban un
necesario y radical cambio histórico. Afirmar que el Concilio fue apenas
pastoral, que no trató de definir ningún dogma y que, por lo mismo, fue
irrelevante, equivale a desactivar el Concilio o a una forma de
pretender hacerlo. Y los conflictos del aula conciliar son los que están
emergiendo, con la diferencia de que al apoyo dado por el antiguo Prefecto se
lo da ahora el Papa Benedicto XVI.
¿Hacia dónde va la Iglesia de
Benedicto XVI? Los citados documentos nos lo dicen meridianamente al
preconcilio, a dar trato de favor a los neoconservadores, a poner en entredicho
el diálogo ecuménico, a situarse de espaldas a la legítima autonomía de la cultura y de las ciencias, a
posponer, frente a problemas internos que exigen y han recibido ya nuevos replanteamientos, las grandes causas
de la humanidad que, por ser primeras y prioritarias, deben unirnos a todos.
Los preconciliares no han abandonado
el modelo de una Iglesia absolutista, no democrática, con un poder clerical
escalonado pero total y omnipresente en la sociedad, acostumbrada a detentar el monopolio
cultural, religioso y moral, por encima del poder civil y político. Ese modelo
dogmático y arrogante, de una Iglesia no servidora y anunciante de un Reino de hermanos y
hermanas, en igualdad, libertad y amor, es el que dicta el regreso al pasado y
el miedo a una auténtica inserción en el presente. Esta Iglesia se aleja cada
vez más de la tierra, de los problemas de los hombres y mujeres, y se endurece
hacia dentro y hacia fuera como si ese fuera el camino para marchar en la
dirección de Jesús.
Con estas actitudes va creciendo en
muchos de nosotros la desafección hacia la Iglesia y la tendencia de muchos a
considerarse “cristianos sin Iglesia”.
JUNTA DIRECTIVA DE
LA ASOCIACIÓN DE TEÓLOGOS Y TEÓLOGAS
JUAN XXIII
COMISIÓN TEOLÓGICA
LATINOAMERICANA DE LA ASOCIACIÓN ECUMÉNICA DE TEÓLOGOS DEL TERCER MUNDO PARA
AMÉRICA LATINA
REDES CRISTIANAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario