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viernes, 24 de febrero de 2012

Febrero 26 del 2012- Hagamos alianza con Dios y con los demás Para construir la paz Estamos viviendo en una sociedad agresiva. Nos agredimos a nosotros mismos con nuestra forma de comer, nuestra forma de beber, con nuestra manera de orientar el descanso y la recreación.

En la familia nos agredimos con palabras, con gestos, con gritos y en ocasiones hasta con golpes. Con nuestra indiferencia y con nuestro desprecio agredimos a los vecinos y a los desconocidos Mostramos más nuestra agresividad contra las personas, los grupos o los pueblos más vulnerables: los migrantes, las mujeres, los niños, los indigentes y los que tienen otra preferencia sexual.

Somos también agresivos contra la naturaleza, dañando las plantas, los animales y el medio ambiente. Muestra patente de que somos una sociedad agresiva son los sucesos en el penal de Apodaca, acaecidos al comienzo de esta semana.


El libro del Génesis, en el relato del diluvio, nos muestra a Dios deponiendo su actitud agresiva contra los descendientes de Noé, colgando su arco (instrumento de guerra) como señal de paz, y haciendo Alianza con ellos, para luchar, codo con codo, brazo con brazo en defensa de la vida de la humanidad y de la naturaleza.

El desierto fue el lugar donde el pueblo de Israel se formó: Hizo suyo el proyecto de Dios de construir una sociedad de libertad y justicia en la Tierra Prometida.

Después de ser bautizado, Jesús se interna en el desierto para profundizar en su compromiso con el Reino de Dios,  para comprenderlo mejor y descubrir los caminos para construirlo.

Desde nuestra realidad de violencia, desde nuestras actitudes agresivas, los discípulos de Jesús somos invitados a internarnos en el desierto de la Cuaresma, para profundizar en nuestro compromiso con el proyecto de la Paz, valor esencial del Reino de Dios y para descubrir los caminos que hemos de tomar.

Seremos constructores de paz si luchamos, en Alianza con Dios y con los demás, hombro con hombro, codo con codo, contra la agresividad que ejercemos de diferentes maneras. Lo lograremos haciendo alianzas con todos para que la paz sea el bien más valioso para cada uno de nosotros. ¿Qué caminos tenemos que emprender? ¿Con quiénes comenzaremos a hacer alianzas por la paz .
CCR

miércoles, 22 de febrero de 2012

Incio del camino hacia una nueva vida


Inicio del camino hacia una vida nueva
Para muchos cristianos la imposición de la Ceniza es un signo indispensable de la vida cristiana, es algo que hay que cumplir. Poco importa que no entendamos el significado o que no lo hagamos en un ambiente de oración.
Separamos la imposición de la Ceniza del resto de nuestra vida, poco nos importa lo que hagan, lo que digan o lo que sufran los demás. Practicamos la imposición de la Ceniza como una meta que no conduce más allá.
Nos falta unidad de unas acciones de nuestra vida cristiana con las demás, nos falta unidad de unos creyentes con otros, nos falta darle un rumbo a nuestra vida, tener un objetivo que nos proponemos alcanzar.
El Miércoles de Ceniza es el comienzo de la Cuaresma y la Cuaresma  es un camino que nos conduce a la Pascua, pasando de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida, del individualismo a la comunidad, del aislamiento a la unidad, de la desorganización a la organización.
Como la Cuaresma es el comienzo de un camino necesitamos que tener claro a dónde vamos: una vida nueva, una vida de libertad, una vida comunitaria, junto con los demás, una vida organizada uniendo ideales y acciones.
Tenemos entonces que cambiar: Tenemos que convertir en cenizas nuestro afán de oprimir y de aplastar a los demás, nuestro aislamiento, nuestro pensar sólo en nosotros mismos, nuestra desorganización.
El bien común de la sociedad, la seguridad pública, la paz de nuestro pueblo, la lucha contra el crimen organizado, la defensa de los derechos humanos son campos en los que tenemos oportunidad de mostrar nuestro deseo de cambiar.
¿Qué podemos hacer? ¿Qué acciones se nos ocurren? ¿Cómo podemos irnos organizando
Hacia una vida nueva
CCR


sábado, 18 de febrero de 2012


Destruyamos nuestros complejos
Nuestro mundo sufre graves problemas de pobreza, de hambre, de enfermedades endémicas, de problemas ecológicos y de diferentes discriminaciones
Nuestro país sufre graves problemas de injusticia, de violencia, de inseguridad pública de desempleo, de salarios injustos.
La Iglesia necesita de personas que lleven La Buena Noticia de Jesús, su Consuelo y Esperanza  a los enfermos, a los ancianos, a los niños maltratados, a los adolescentes olvidados, a las mujeres abandonadas y muchas otras situaciones más
Ante todo esto solemos tomar una actitud pasiva: Nos quedamos paralizados. 
Nos paraliza nuestro individualismo, nuestra falta de interés por los demás, nuestra desconfianza, nuestro miedo al qué dirán, nuestro miedo al fracaso, nuestro complejo de inferioridad y nuestro complejo de culpa.
En el evangelio cuatro amigos solidarios, venciendo el estorbo que hace la gente y usando toda su creatividad ponen ante Jesús a un paralítico.
Este hombre está incapacitado para vencer su parálisis, pues se le ha inculcado que es Dios quien lo tiene así por sus culpas, y por lo mismo, no puede salir de su situación.
Para Jesús Dios es un Padre bueno, misericordioso, que siempre está dispuesto a perdonar, por ello es necesario que el paralítico quite su complejo de culpa. Jesús declara al paralítico que Dios perdona sus pecados. Con ello no hay ya, nada que le impida caminar.
La curación del paralítico  le traerá a Jesús el rechazo de parte de los representantes de la teología oficial
Ante las necesidades de nuestro mundo, ante las necesidades de nuestro país, ante las necesidades de nuestra Iglesia, tenemos que vencer nuestros complejos de inferioridad, nuestros complejos de culpa, tenemos que superar nuestra desconfianza, tenemos que superar nuestros miedos.
Sí podemos cambiar nuestro mundo, sí podemos cambiar nuestro país, sí podemos responder a los retos que tiene nuestra Iglesia. El Padre de Jesús, el Padre Bueno, el Padre que perdona, está de nuestra parte.
Que no nos importe lo que diga la gente. Que no nos importen los fracasos cuando actuamos buscando el bien de todos.
Sin complejos, luchemos para cambiar nuestro mundo haciendo alianzas para la acción, alianzas por la paz, alianzas por la solidaridad, alianzas por la seguridad social, alianzas por  el bien común
CCR


miércoles, 15 de febrero de 2012


                        CLAVES DE LA  RESTAURACIÓN EN LA IGLESIA CATÓLICA

                      Han comenzado a sonar  la decepción y las alarmas. Nuevos documentos de Roma nos hacen sacudir la cabeza y dejarnos entre asombrados y decepcionados. ¿Habremos de habituarnos a lo imposible, a lo nunca imaginado cuando la celebración del Vaticano II? Hay cosas que imprimen carácter. Y una de ellas es el hecho de que, el hoy papa Benedicto XVI, fue durante 23 años el timonel doctrinal de Juan Pablo II. A quien sea consciente de esto, no le puede extrañar que el Papa actual  haya firmado un Motu Proprio que autoriza la vuelta a la misa en latín sin tener que pedir permiso, y un Documento en torno a ciertos aspectos de la doctrina de la Iglesia, que dificulta claramente el diálogo ecuménico. No le puede extrañar si lee estas palabras del cardenal Ratzinger, recogidas en una entrevista que le hizo Vittorio Messori y publicadas en 1985 con el título Informe sobre la Fe: “Resulta incontestable  que los últimos veinte años han sido decisivamente  desfavorables para la Iglesia católica…y sus resultados parecen oponerse cruelmente a las esperanzas de todos”. “Hay que afirmar sin ambages  que una reforma real de la Iglesia presupone  un decidido abandono de aquellos caminos  equivocados  que han conducido a consecuencias indiscutiblemente negativas” (Pgs. 35-36). “Estoy convencido  de que los males que hemos experimentado en estos  veinte años se deben al hecho de haberse desatado en el interior de la Iglesia ocultas fuerzas, agresivas, centrífugas, irresponsables o simplemente ingenuas” (pgs. 36-37).
            Estas palabras hablan por sí mismas y nos dan la clave para entender lo que hoy está pasando en la  cúpula de la Iglesia.
            He aquí unos puntos fundamentales:
                        1. El cardenal Ratzinger, negando la experiencia positiva posconciliar de toda la Iglesia, se apropia del Concilio y se constituye en  su único intérprete.
                        2. Declara desfavorable, negativa y equivocada toda la aplicación posconciliar hecha por la  Iglesia.
                        3. Considera un desastre los frutos del Concilio y, lógicamente, pone bajo sospecha  el mismo Concilio, impulsado y apoyado  por los  Papa Juan XXIII, Pablo VI y el episcopado universal.
                         4. Está convencido de que tales frutos no se deben al “verdadero” Concilio, lo cual equivale implícitamente  a considerar que el Concilio fue un hecho desfavorable, una equivocación y  una cosa que no debió producirse, es decir, el  cardenal rechaza que fuera necesario un cambio histórico en la Iglesia y que lo fuera en realidad, deja entrever que  el Concilio no aportó nada nuevo y que  se apartó de la tradición multisecular de la Iglesia.
            Tiempo han tenido y tendrán los teólogos de mostrar la inconsistencia del análisis que el  cardenal Ratzinger hace en estos documentos, pero desde siempre ha estado claro que, como escribió el Sínodo Extraordinario, “el Vaticano II  ha sido una gracia de Dios y un don del Espíritu Santo, del que se han derivado muchísimos frutos espirituales para  la Iglesia universal y las Iglesias particulares, así como también para los hombres de nuestra época”.  ¿Cómo el cardenal Ratzinger, en solitario, puede opinar así en contra del sentir universal de la Iglesia? 
            No se debe escamotear lo que fue un hecho irrebatible: el Concilio vivió un conflicto entre una minoría conservadora y una gran mayoría renovadora. Lo que esa minoría perdió entonces lo fue ganando posteriormente, contando con la aportación  del entonces definidor de la fe, y hoy Papa,  que parecía saber cuál era el Concilio verdadero y cuál el falsificado, podía afirmar que el tiempo de la aplicación del verdadero Concilio no había llegado, que había que hacer tabla rasa de todo y comenzar de nuevo.
             Por lo mismo, el problema no está en el Concilio, que permanece intocable, sino en la resistencia que una minoría le opuso  tenazmente y que el Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe respaldó  con su presencia e influjo en el pontificado de Juan Pablo II, confiriéndole  autoridad y aires de oficialidad.
            El papa sabe muy bien que en  el Concilio se dirimieron cuestiones muy graves, relacionadas con  nuevas maneras de entender temas  como la naturaleza de la Iglesia, su relación con el mundo, la libertad religiosa, el ecumenismo, etc.  Cuestiones que implicaban un necesario y radical cambio histórico. Afirmar que el Concilio fue apenas pastoral, que no trató de definir ningún dogma y que, por lo mismo, fue irrelevante, equivale a  desactivar el Concilio o a una forma de pretender hacerlo. Y los conflictos del aula conciliar son los que están emergiendo, con la diferencia de que al apoyo dado por el antiguo Prefecto se lo da ahora el Papa Benedicto XVI.
            ¿Hacia dónde va la Iglesia de Benedicto XVI? Los citados documentos nos lo dicen meridianamente al preconcilio, a dar trato de favor a los neoconservadores, a poner en entredicho el diálogo ecuménico, a situarse de espaldas a la legítima  autonomía de la cultura y de las ciencias, a posponer, frente a problemas internos que exigen y han recibido ya  nuevos replanteamientos, las grandes causas de la humanidad que, por ser primeras y prioritarias, deben unirnos a todos.
            Los preconciliares no han abandonado el modelo de una Iglesia absolutista, no democrática, con un poder clerical escalonado pero total y omnipresente en la sociedad,  acostumbrada a detentar el monopolio cultural, religioso y moral, por encima del poder civil y político. Ese modelo dogmático y arrogante, de una Iglesia no servidora  y anunciante de un Reino de hermanos y hermanas, en igualdad, libertad y amor, es el que dicta el regreso al pasado y el miedo a una auténtica inserción en el presente. Esta Iglesia se aleja cada vez más de la tierra, de los problemas de los hombres y mujeres, y se endurece hacia dentro y hacia fuera como si ese fuera el camino para marchar en la dirección de Jesús.
            Con estas actitudes va creciendo en muchos de nosotros la desafección hacia la Iglesia y la tendencia de muchos a considerarse  “cristianos sin Iglesia”.   

JUNTA DIRECTIVA DE LA ASOCIACIÓN DE TEÓLOGOS Y TEÓLOGAS  JUAN XXIII
COMISIÓN TEOLÓGICA LATINOAMERICANA DE LA ASOCIACIÓN ECUMÉNICA DE TEÓLOGOS DEL TERCER MUNDO PARA AMÉRICA LATINA
REDES CRISTIANAS


sábado, 11 de febrero de 2012

CON JESUS Mostremos la compasión Tendamos la mano Toquemos A los excluídos



En nuestra sociedad forman parte del mundo de los excluidos:
·         Hombres  y mujeres que duermen en nuestras calles, en los bancos de las estaciones, en los parques públicos a los que les arrinconamos porque no se integran en nuestros sistemas y terminamos por desintegrarlos.
·         Los millones de víctimas de la violencia.
·         Los millones de “no nacidos” o de muertos a causa de la eutanasia
·         Los millones de  jóvenes y adultos, sin trabajo, desorientados...
·         Los millones de enfermos crónicos (víctimas del sida, deprimidos, minusválidos)
·         Y los millones de drogadictos, que no tienen otra alternativa sino la muerte.
·         La multitud de ancianos abandonados; la multitud de mujeres maltratadas y violadas.
·         La multitud de niños de la calle, privados de su niñez, obligados a vagar, a trabajar o a vender su cuerpo para sobrevivir.
·         Los millones de hombres y mujeres perseguidos o marginados a causa de sus creencias religiosas o pertenencia étnica.
·         Los países pobres imposibilitados de su desarrollo, despojados de su identidad cultural, despojados de sus recursos naturales, despojados de la libertad.
Nuestra  mentalidad tiende a justificar estas situaciones y en ocasiones a condenar a las víctimas y hasta llegamos pensar que así lo quiere Dios.

El libro del Levítico del que tomamos hoy, la lectura, está escrito desde la perspectiva Deuteronomista encabezada por sabios sacerdotes y levitas de la época del exilio y los años siguientes.
Al marcar los signos de identidad, insistiendo en las leyes de pureza, Los Deuteronomistas, en nombre de Dios, excluyen a muchas personas de los beneficios de la vida social y en el caso presente condenan a los leprosos a una vida inhumana.
De esta manera las víctimas son considerados además impuros o pecadores
Jesús, en nombre de su Padre, lucha en contra de lo que excluye a la persona de la vida comunitaria, tanto en lo religioso como en lo social.
Uno de los excluídos se acerca a Jesús y le pide: “Si tu quieres puedes limpiarme”. Jesús, sintió compasión, extendió la mano y lo tocó

Tenemos que cambiar nuestra manera de pensar y actuar frente a los excluídos
Con Jesús tenemos que sentir  la compasión ante los excluídos, es decir tenemos que hacer nuestro, el dolor de ellos; con Jesús y como Jesús, tenemos que extender la mano y tocar la llaga de los excluídos.
Seguir a Jesús significa hacer que nuestras instituciones sean espacios incluyentes: Nuestras familias, nuestros barrios, nuestras escuelas

sábado, 4 de febrero de 2012




Re Crear el Día del Señor
Recreando el tejido social
De un tiempo a esta parte se habla mucho de que en México el tejido social está roto.
Un tejido es una serie de hilos que se entrelazan para formar una estructura.
El tejido social es la serie de relaciones que constituimos las personas, familias y grupos y que  permite ampliar nuestras op­ciones y oportunidades para mejorar la calidad de vida.
Creamos instituciones en torno a la familia, la educación, la economía, la política, la religión y la recreación.
El deterioro, debilitamiento o rompimiento del te­jido social significa el aislamiento del individuo de la sociedad, debido a la pérdida de sus principales redes sociales, y de valores como la confianza y la solidaridad.
El tejido social también se debilita cuando las normas de convivencia ciudadana son irrespetadas y violenta­das impunemente, o cuando las leyes son fácilmente irrespetadas e incumplidas
Para que el tejido social funcione se requiere de parte de todos, la participación, el respeto, el diálogo y la colaboración
Aplicando esto a nuestro México podemos afirmar con seguridad que el tejido social está roto.
Urge entonces recrear el tejido social

La observancia del Sábado, junto con la ley de la circuncisión y las leyes de pureza fue instituída por el pueblo de Israel como señal de identidad durante su permanencia en el exilio de Babilonia entre el año 586 y 538 antes de Cristo.
Tenía como fundamentó el relato de la creación que aparece en el primer capítulo de la Biblia que presenta a Dios descansando el séptimo día.
El espíritu de esta institución era:
Recrear la relación con Dios mediante el culto que favorece el escuchar a Dios y renovar el deseo de cumplir su voluntad.
Recrear la relación con uno mismo, reparando las fuerzas gastadas a lo largo de la semana
Recrear las relaciones de familia para seguir creciendo en el amor, el respeto y la unidad
Recrear la sociedad para restablecer la confianza, la justicia y la solidaridad.
Con el tiempo los escribas judíos, interpretando la ley para mantener el control sobre el pueblo, convirtieron la institución del Sábado en una pesada carga para el pueblo.
Jesús recrea la institución del Sábado devolviéndole el sentido original de modo que promueva la vida y la salud.
En la pequeña comunidad familiar, signo del Reino, (La casa de Pedro) Jesús se acerca, toma de la mano y levanta a la suegra de Pedro  y la capacita para servir a los demás

Con Jesús tenemos que recrear el tejido social recreando las instituciones en lo familiar, en lo económico, en lo educativo, en lo político, recreativas y en lo religioso. Luchando también contra el aislamiento, contra la apatía y la corrupción
Pero hay que hacerlo de modo que impulsemos a la participación, de modo que reconstruyamos la confianza  y la solidaridad, el respeto y observancia de todas las normas sociales enfocadas el bien común; permitiendo con ello mejorar la calidad de vida para todos.
Recrear el tejido social significa enterarnos de lo que pasa en nuestro México, esforzarnos por entender las causas que rompen el tejido social y buscar con otros, los caminos que más ayudan a reconstruir las instituciones justas y respetuosas entre todos los ciudadanos
Recrear el tejido social, es tejer hilos para reconstruir la paz, para reconstruir la seguridad humana, redes-alianzas por la solidaridad, redes alianzas por el bien común. Es participar activamente en el proceso electoral

¿Qué acciones vamos a realizar?
¿Qué pasos tenemos que dar?                                      
Hagamos propuestas para empezar a reconstruir el tejido social.
¿Dónde nos podemos encontrar para hacer un proyecto de reconstrucción del tejido social?

CCR