Estamos acostumbrados a recitar oraciones, más que a entablar un diálogo
de amor con Dios.
Por costumbres que hemos recibido desde el primer Testamento vemos a
Dios como alguien distante y nos hace falta la confianza con Dios que muestra Abraham.
Muchas personas hacen oraciones chantajistas pidiéndole cosas a cambio de
hacer obras buenas.
En la lectura del Génesis que leemos hoy se entabla un diálogo familiar
entre Dios y Abraham. Dios manifiesta a Abraham la grandeza del pecado de
Sodoma y su plan destruir la ciudad.
Abraham, al más puro estilo judío, regatea con Dios intercediendo por
los habitantes de Sodoma. Sobresale la insistencia con que Abraham se dirige a
Dios.
Al enseñar a sus discípulos la oración del Padrenuestro, Jesús se
apartó de las costumbres religiosas de su pueblo y de su tiempo.
Las oraciones que rezaban los israelitas se recitaban en hebreo, El
Padrenuestro es, en cambio, una oración en arameo, la lengua que hablaba la
gente.
Jesús llamó a Dios “Abba” y enseñó a sus amigos a invocar a Dios con
esta palabra tan familiar de la lengua aramea. “Abba” significa papá, papaíto,
que son las palabras de los primeros balbuceos infantiles.
Para los contemporáneos de Jesús era inconcebible e irrespetuoso
dirigirse a Dios con tanta espontaneidad.
De esta manera, Jesús sacó la oración del ambiente litúrgico y sagrado
en donde la había colocado la tradición de Israel, para situarla en el marco de
lo cotidiano.
En toda la extensa literatura de oraciones del judaísmo antiguo no se
encuentra ni un solo ejemplo en el que se invoque a Dios como “Abba”, ni en las
plegarias litúrgicas ni en las privadas.
En el Padrenuestro, más que una fórmula fija para la oración, Jesús
propuso una nueva relación de confianza con Dios.
Una oración creyente debe esforzarse por sintonizar con la manera de
ver, de pensar, de sentir y de actuar de Dios que es Padre.
Entender y vivir el Padre nuestro implica para nosotros relacionarnos
con Dios con el amor, el respeto, la confianza y la disposición de obedecer que
tenemos con nuestros padres.
Entender y vivir el Padre nuestro implica para nosotros pensar no sólo
en nuestras necesidades personales sino también en el dolor y la angustia de
los hermanos.
Entender y vivir el Padre nuestro implica para nosotros pedir que el
Reinado de Dios sea una realidad entre nosotros, haciendo lo posible para
construir la hermandad, primer aspecto del Reinado de Dios.
Entender y vivir el Padre nuestro implica para nosotros, esforzarnos por
conocer y cumplir la voluntad del Padre.
Cosme Carlos Ríos
Julio 23 del 2016
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