El Espíritu Santo hace nacer, guía y fortalece a la Iglesia
Para continuar la misión de Jesús
Tenemos
la costumbre de ver al Espíritu Santo en relación con nuestra vida personal,
pero poco lo vemos en la vida de la Iglesia y en nuestra misión de discípulos
de Jesucristo.
Poca
conciencia tenemos de que la evangelización es la tarea esencial de la Iglesia.
Muchos pretextos ponemos para participar en la misión, estos pretextos reflejan
nuestros miedos, nuestra inseguridad.
Dejamos
la misión de la Iglesia para los ministros, para los cristianos muy preparados
y el resto nos quitamos la responsabilidad que nos toca en la misión de
Jesucristo.
Pentecostés
no es una fiesta originariamente cristiana,
ni siquiera israelita, sino una celebración que es parte de una cultura
religiosa.
Como
«Fiesta de las Semanas» o «de la Cincuentena», en Israel fue una fiesta
netamente agraria, que celebraba el inicio de la cosecha.
Se
celebraba siete semanas (cincuenta días) a partir de la Pascua, para dar
gracias a Dios por la nueva cosecha
En
el judaísmo tardío se transformó en festividad plenamente religiosa: pasó a ser
memoria del don de la Ley en el Sinaí al pueblo liberado de Egipto.
Lucas,
autor del libro de Los Hechos, conocía
esta tradición y quiso asociar el don del Espíritu, enviado por Cristo
resucitado, al don de la Ley recibido en el Sinaí.
La
lectura de hoy señala además: “estaban
todos juntos en un mismo lugar”. Con estas palabras se quiere sugerir que
los presentes estaban unidos, no sólo en un mismo sitio, sino con el corazón.
Lucas
utiliza el símbolo del viento para hablar del don del Espíritu: Es una
forma de decir que se trata de una manifestación divina, ya que el actuar de
Dios no puede ser calculado ni previsto por el ser humano.
El
ruido llega “del cielo”, es decir, del lugar de la trascendencia, desde Dios.
Su origen es divino. Y es como el rumor de una ráfaga de viento impetuoso.
El
autor quería describir el descenso del Espíritu Santo como poder, como potencia
y dinamismo y, por tanto, el viento era un elemento para expresarlo
Lucas
se sirve luego de otro elemento: el fuego, que es símbolo de Dios como
fuerza irresistible y trascendente.
La
fuerza interior y transformadora del Espíritu, se vuelve ahora capacidad de
comunicación, que inaugura la eliminación de la antigua división entre los
seres humanos a causa de la confusión de lenguas en Babel
El
pecado condenado en el relato de la torre de Babel, es la preocupación egoísta
de los seres humanos que se cierran y no aceptan la existencia de otros grupos
y otras sociedades.
El
Espíritu debe venir continuamente para perdonar y renovar a los seres humanos
para que no se repitan más las tragedias causadas por el racismo, la cerrazón
étnica y los integrismos religiosos.
El
Espíritu de Pentecostés inaugura una nueva experiencia religiosa en la historia
de la humanidad: la misión universal de la Iglesia.
La
palabra de Dios, gracias a la fuerza del Espíritu, será pronunciada una y otra
vez a lo largo de la historia en diversas lenguas y será encarnada en todas las
culturas.
El
evangelio nos muestra que Jesús se hace presente en medio de sus discípulos
encerrados y llenos de miedo a los judíos.
Jesús
les desea la paz, la abundancia de los dones de Dios, se identifica ante ellos
mostrándoles las heridas que sufre por el anuncio y realización del Reino.
Declara:
“Como el Padre me envió, así los envío Yo”, y para que puedan realizar el
encargo, la misión, sopla sobre ellos y les dice: “Reciban el Espíritu Santo”
Celebrar
Pentecostés implica para nosotros abrirnos a la acción del Espíritu Santo, que
con su soplo infunde vida y con su fuego impulsa a continuar la misión de Jesús,
luchar contra nuestros miedos y nuestros complejos.
Celebrar
Pentecostés implica para nosotros repasar cada día la Misión de Jesús, para no
perderla de vista, y buscar la forma de realizarla en el tiempo y el lugar en
el que estamos nosotros.
Celebrar
Pentecostés implica para nosotros entender que la Misión no es sólo para las
personas de nuestro grupo, raza o religión, sino que es para todos.
Celebrar
Pentecostés implica para nosotros entender que la predicación no es para llamar la atención, sino para ayudar a
los hermanos en una forma comprensible a que conozcan, amen y sigan Jesucristo.
Cosme
Carlos Ríos
Mayo
14 del 2016
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