Bautizados para ser solidarios con el pueblo,
como Jesús
En
nuestro mundo dividimos los pecadores en dos categorías:
Por
un lado los que abusan del alcohol, de las drogas, o cometen desorden sexual, ellos dañan sobre todo su
propia vida; a ellos los rehuimos, los despreciamos y condenamos.
Por
otro lado los que fabrican bebidas
alcohólicas, los que procesan y distribuyen la droga, los que cometen
injusticias, los que defraudan, los que
ocasionan desigualdades; a pesar de que causan daño a la sociedad, son bien
considerados en la sociedad y ocupan lugares importantes.
.
En
el 587 a.C., Jerusalén fue destruida por los ejércitos de Babilonia y una buena
parte de la población fue llevada al exilio.
Poco
tiempo más tarde, también este poderoso imperio comienza a tambalearse: Ciro el
Grande, rey de los persas, inicia una fulgurante campaña por todo el Antiguo
Oriente y sus victorias hacen prever la inminente caída de Babilonia.
En
este horizonte histórico, un nuevo profeta -llamado "Déutero- Isaías"
dirige a los desterrados un mensaje de
liberación, denominado habitualmente "Libro de la consolación de
Israel".
Sus
palabras están cargadas de entusiasmo y esperanza. El exilio ha sido el fuego
purificador del que Israel resurgirá completamente renovado.
El
único Dios, Creador del universo, Señor de la historia y Redentor de su Pueblo,
ha encomendado a Ciro la misión de liberar al "Resto" de Judá.
En
medio del exilio, el recuerdo del Éxodo adquiere una nueva actualidad: el Señor
prepara para su Pueblo un nuevo Éxodo, más admirable aún que el primero.
Jerusalén
ha sido humillada, pero el Señor se ha compadecido de sus ruinas y ella verá
gozosamente el retorno de sus hijos.
Muestra
especial relieve un mensajero de buenas noticias que recibe la misión de
anunciar a todas las ciudades de Judá la inminente llegada del Señor, como rey
victorioso y buen pastor de su Pueblo.
Una
voz clama en el desierto: La alegría más grande para los desterrados es saber
que Dios mismo está preparando el regreso, que Él mismo allana el camino.
Dios
se hace solidario con el pueblo desterrado y asume la causa de su liberación
del exilio, como un nuevo Éxodo
Lucas
nos refiere en el evangelio de hoy, que entre los que acudían a recibir el
bautismo de Juan, para el perdón de los pecados, también acudió Jesús.
Podemos preguntarnos: “¿de qué
pecados se arrepiente?” Con este hecho Jesús se manifiesta miembro y parte de
un pueblo pecador, con el que se hace solidario.
El pecado es mucho más que un obrar concreto, y de
hecho hay una solidaridad con el pecado en la historia humana. También es mi
pecado por ser parte de esa humanidad
La solidaridad de Jesús con la humanidad y su pueblo
pecador está en la razón última de su bautismo.
Jesús no era culpable de ningún pecado, no tenía de qué
arrepentirse; pero jamás hizo de ese hecho un motivo de orgullo y, mucho menos,
de desprecio hacia los demás.
Jesús sí que fue, desde su mismo nacimiento, víctima del pecado, y
lo sería hasta su misma muerte. Pero el estar libre de culpa no le impidió la
solidaridad con los pecadores del pueblo, no en tanto que culpables del pecado,
sino en cuanto, víctimas del mismo.
Así, cuando el pueblo ha manifestado su voluntad de vivir la vida
de otra manera, allí está Jesús para someterse él mismo al rito del bautismo, no como símbolo de arrepentimiento, en
relación con su pasado, sino como expresión de su compromiso con el futuro.
Se trata de un compromiso de amor a la humanidad que lo llevará,
al mantenerlo hasta el final, a entregar su propia vida como muestra de amor y
testimonio de fidelidad.
Esto es lo que significa el bautismo de Jesús: que él se
solidariza con ese deseo de cambiar de vida que se expresa en el bautismo del
pueblo.
Como en Jesús, la tarea de todo bautizado es testimoniar que Dios
está actuando en su vida; signo de ello es su manera de existir en medio de la
comunidad.
El bautizado debe llevar una existencia que promueva la solidaridad y la
justicia con los más débiles, pues en ellos Dios actúa y salva; en ellos se
hace presente la liberación querida por Dios.
Darle sentido a nuestro bautismo, como Jesús, exige de nosotros, mostrar
la solidaridad, siendo tolerantes con los pecadores que dañan su vida y ofreciéndoles oportunidad de que
cambien.
Darle sentido a nuestro bautismo, como Jesús, exige de nosotros, mostrar
la solidaridad con los que cometen pecados sociales denunciando su pecado y exigiendo que cambien para el bien de
todos.
Cosme Carlos Ríos
Enero 09 2015
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