Valorar
las pequeñas personas
Y
los pequeños proyectos
En nuestra vida social solemos valorar
a las personas por lo que tienen, por
los títulos académicos que poseen, por el poder que ostentan, por la influencia
que tienen o por la familia de la que proceden
A quien no tiene nada de eso no se le
escucha. No se le tiene en cuenta.
Los mártires son personas que, en
nombre del Evangelio, denuncian personas, situaciones o sociedades que violan la justicia y atropellan
los derechos humanos: Derechos de Dios
El proyecto de Dios, que es proyecto de
amor, de justicia, de verdad y de paz encuentra oposición en aquellos que
buscan el poder, la riqueza y la fama.
Ezequiel, hijo del sacerdote Busí, del
que tomamos la primera lectura de hoy, recibe el llamado de Dios en el
destierro de Babilonia y los destinatarios de su misión son los que confían en
el poder religioso, político y militar.
Desde su llamado, desde el comienzo de
su misión profética, se le advierta a Ezequiel que se le envía a un pueblo
desobediente y rebelde.
Pero contará con el poder de Dios para
realizar su misión.
Los que buscan el poder la riqueza y la
fama por encima de los demás, atropellan los derechos de Dios al atropellar los
derechos de los demás
Jesús se presentó en su tierra;
Nazaret, donde había pasado la mayor parte de sus años. Llega como maestro,
acompañado de un grupo de discípulos.
Seguro que hasta allí habían llegado
las calumnias y las descalificaciones puestas en circulación por los enviados de
Jerusalén, centro del poder religioso...
Por eso habían llegado a decir que
estaba loco, y por eso habían ido su madre y sus parientes más cercanos a
buscarlo.
También había llegado a su tierra la
fama de otras cosas que hacía: por donde pasaba brotaba la libertad, los
hombres recuperaban su dignidad y sobreabundaba la vida.
Pero allí, en su tierra, no le hicieron
caso. El sábado fue a la sinagoga, en donde estaban todos reunidos; y, aunque
lo que dijo les impresionó, no se lo creyeron: ¡el carpintero, dándoselas de
maestro y de profeta!
Jesús, ante la reacción de los suyos,
reafirma, llamándose a sí mismo profeta, que su enseñanza y su actividad están respaldadas
por el mismo Dios en el que dicen creer.
Sus enseñanzas, que acaban de escuchar
impresionados, no son un invento suyo: les habla en nombre del Dios que ya
había hablado por los profetas en la antigüedad, profetas que fueron rechazados
como él por su pueblo.
Pero no reniega de su origen, de su
tierra, de su casa, de sus hermanos; no reniega de su ser de hombre de pueblo
que ha trabajado, que ha sudado entre aquellos que acaban de escucharlo y que ahora
lo rechazan.
No lo rechazan porque no estén de
acuerdo con lo que dice, o por el bien que hace, sino porque es uno de ellos,
con su misma piel, con los mismos callos en sus manos; porque es el carpintero.
No, no pudo hacer nada en su pueblo;
sólo alguna curación. Porque les faltaba la primera condición para poder
recibir algo de Dios: la fe.
Hoy, ser fieles al evangelio y a Jesús,
significa para nosotros, valorar a las personas no por lo que tienen, sino por
su dignidad, y valorar los esfuerzos que hacen por construir un mundo donde
haya vida digna para todos
Hoy, ser fieles al evangelio y a Jesús,
significa para nosotros, con nuestra vida y con nuestra palabra, luchar contra
el individualismo y contra la corrupción, no sólo de las autoridades.
Hoy, ser fieles al evangelio, significa
para nosotros, con nuestra vida y con nuestra palabra, luchar para ser auténticos
ciudadanos, que, desde lo pequeño, nos preocupamos por el bien de los demás.
Hoy ser fieles al evangelio significa para
nosotros, con nuestra vida y con nuestra palabra, integrar nuestros planes con
los planes de los que tienen las mismas necesidades y el mismo proyecto.
Cosme Carlos Ríos
Julio 04 2015
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