Donde se comparte solidariamente Dios está actuando
El hambre es
la enfermedad que causa más muertes: decenas de millares de niños cada día, decenas
de millones de seres humanos cada año.
Pero el
hambre no es sólo una enfermedad: para el que todavía no ha muerto, es la
primera esclavitud.
Hoy en el siglo XXI, está más que
probado que el hambre de los países pobres es la consecuencia de la
hartura de los países ricos.
El bienestar de las clases trabajadoras
de estos países ricos no es fruto de mayor justicia, sino efecto de la
injusticia que sufren los pueblos del Tercer Mundo.
El sistema imperante crea ricos cada
vez más ricos, pero a costa de pobres cada vez más pobres
El
profeta Eliseo se caracteriza por sus señales maravillosas milagros. Hoy leemos
La multiplicación de los panes de cebada, narrado a continuación de una comida
envenenada.
Se
trata de veinte panes de cebada para cien hombres. El servidor de Eliseo sabe
que la cantidad es escasa y lo manifiesta, pero Eliseo repite la orden con un
añadido: “Comerán y sobrará”.
Lo que
presentan a Eliseo es una ofrenda que alguien anónimo lleva a la comunidad de
profetas en la que Eliseo juega un rol especial.
Es interesante notar
que, a diferencia de Elías, que suele moverse aislado y muchas veces escondido,
Eliseo anda en grupo de profetas.
El contexto parece
indicar que era frecuente visitarlo en ocasiones especiales y llevarles primicias de los frutos, seguramente
para pedir su intercesión a fin de que no falte el pan al oferente.
La acción y la
presencia providente de Dios se muestra ahí Dios donde se comparte.
El evangelio sitúa la narración en
torno a la Pascua que era la fiesta de la liberación de Israel. En ella se
recordaba la última noche de esclavitud pasada en Egipto, con la certeza de que
ya la libertad estaba cerca.
Pero la Pascua que se iba a celebrar
había perdido gran parte de su valor al ser integrada por un sistema religioso
que, aunque seguía invocando con la boca al Dios liberador, se había convertido
en instrumento de opresión, de hambre y de esclavitud del pueblo.
Según la versión de Juan, el primero que piensa en
el hambre de aquel gentío que ha acudido a escucharlo es Jesús. Esta gente
necesita comer; hay que hacer algo por ellos.
Así era Jesús. Vivía pensando en las
necesidades básicas del ser humano. Felipe le hace ver que no tienen
dinero. Entre los discípulos, todos son pobres: no pueden comprar pan para
tantos. Jesús lo sabe.
Los que tienen dinero no
resolverán nunca el problema del hambre en el mundo. Se necesita algo más que dinero. Jesús les va a ayudar a vislumbrar un
camino diferente.
Antes que nada, es necesario que nadie acapare lo
suyo para sí mismo si hay otros que pasan hambre.
La actitud de Jesús es la más sencilla y humana que
podemos imaginar. Jesús piensa en Dios.
No es posible creer en él como Padre de todos, y vivir dejando que sus hijos e
hijas mueran de hambre.
Creer
en Dios Padre significa denunciar toda forma de acumulación que produce hambre
y miseria para las multitudes.
Creer
en Dios Padre significa tomar conciencia de que el hambre y la miseria no se
resuelven con dinero sino con la solidaridad y el reparto justo de los bienes.
Creer
en Dios Padre significa compartir repitiendo los signos que muestran la
presencia providente y la acción de Dios: Compartir desde lo poco
Cosme
Carlos Ríos
Julio
25 2015
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