Dios,
nuestro Padre es compasivo y misericordioso
Muchos cristianos, o más bien todos,
queremos que Dios sea siempre compasivo con nosotros, pero nuestra vida dista
mucho de mostrar el amor comprensivo y misericordioso del Padre.
Queremos que Dios nos perdone, de
diferentes modos, pero somos muy duros para conceder otra oportunidad al que
nos ha ofendido
Con ello se confirma la afirmación que
hace la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual: El divorcio
entre la fe y la vida diaria de muchos cristianos ha de ser considerado
uno de los más grandes errores de
nuestro tiempo
El libro de Ben Sirac, que recibe el
nombre de Eclesiástico, fue escrito como unos doscientos años antes de
Jesucristo. El texto que leemos hoy, condena como cosas abominables el rencor y
la venganza
El salmo nos va presentando a Dios como
modelo, por ello, como él, nosotros somos llamados a ser compasivos y
misericordiosos
Una de las novedades más radicales del
mensaje de Jesús es ésta: Dios es un Padre bueno que quiere, la felicidad de
sus hijos y ante el cual no tiene cabida el miedo.
Jesús quiso cambiar el modelo de
relación del hombre con Dios, sustituyendo la relación Señor-siervo por la de
Padre-hijo: A un amo se le teme; a un padre se le quiere.
Pero para que la relación Padre-hijo
sea auténtica y sincera es necesario que sea también sincera la relación entre
hermanos.
Dios está dispuesto a perdonar «miles
de millones»; pero lo que él no va a hacer es imponer a nadie la aceptación de
su amor, que va siempre incluido en su perdón.
Como todo lo que dice el evangelio,
esta exigencia de perdón se puede entender de dos maneras.
Si no hemos entendido el mensaje del evangelio, si aún pensamos en Dios
como en un señor entonces soportaremos la exigencia de perdonar, y si
conseguimos hacerlo alguna vez, lo haremos por temor o por egoísmo.
Si aún seguimos encadenados a la
mentalidad de este mundo, el perdonar nos parecerá una derrota, un signo de
debilidad, una falta de valentía.
Pero si hemos llegado a comprender que
lo que Dios pretende es que eliminemos de nuestro mundo todo lo que impide a los
hombres alcanzar la felicidad, entonces, cuando llegue la ocasión, podremos
experimentar la alegría de perdonar, estaremos en camino de encontrar, sin
buscarla expresamente, la felicidad que nace de la práctica del amor -y el
perdón es una muestra de amor-.
Así se entiende que en el evangelio se
diga que es el ofendido el que tiene que tomar la iniciativa y buscar al
culpable para intentar hacer las paces: el que no ha roto el amor es el que
debe intentar recomponerlo.
La pregunta del sabio autor del libro
del Eclesiástico: « ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud
al Señor?», nosotros, a la luz del mensaje evangélico, la podríamos formular de
esta manera: « ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pretender ser
verdaderamente feliz? »
Si creemos que nuestro Padre es
compasivo y misericordioso, por consecuencia nuestra vida toda, nuestras
actitudes y acciones, han de ser fundamentalmente de compasión y misericordia.
Si cuantas veces ofendemos a Dios, Él
nos brinda una oportunidad de reconstruir la amistad, nosotros en consecuencia,
tenemos que brindar una oportunidad a los hermanos para reconstruir la amistad
cuantas veces sea necesario
Cosme Carlos Ríos
Septiembre 13 del 2014
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