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sábado, 23 de agosto de 2014

Construir la Iglesia al servicio del Reino

Con el correr del tiempo estamos construyendo una Iglesia en la que importan, el poder y el prestigio, y en la que no se refleja la igual dignidad y la fraternidad.
En esta Iglesia, los ministros son personas que mandan y toman determinaciones para el resto del pueblo fiel. Estamos siguiendo más el modelo de la sociedad que el modelo que propone el Evangelio.

El texto de Isaías 22, 19-23 se refiere, con mucha probabilidad, a la época inmediatamente anterior a la primera deportación.
Como represalia a un intento de rebelión, el imperio babilónico exilió, en el año 597 a. c, a los miembros más notables de la sociedad israelita y los trasladó a varias ciudades y campos de Mesopotamia.
Esto significó un duro golpe para las pretensiones de la familia monárquica que se consideraba inamovible del trono.
Parece que el mayordomo del palacio real de Jerusalén, llamado Sobna, se excedió en sus pretensiones y no se contentó con ostentar la ‘banda’ del rey sino que convirtió las llaves del palacio en símbolo de su creciente poder.
Todas estas manifestaciones de arrogancia ponían en evidencia cuán arruinadas estaban las instituciones monárquicas y el grado extremo de decadencia en el que había caído la corte.
Isaías pronuncia un oráculo de condenación contra este ministro presuntuoso, denunciando todas las arbitrariedades que había cometido y anunciándole cuál sería el final de todas sus hazañas.
Los caminos del Señor no son los del individuo engreído y alienado. Todo lo que un sistema social construye sobre la explotación, el abuso del derecho y la falsedad, termina irremediablemente condenado a la insignificancia.
Interpretando el pasaje del Evangelio de hoy con claves de la sociedad, más que del Evangelio, hemos entendido que el lugarteniente de Jesús, Pedro, el que ha recibido las llaves del Reino es un hombre de poder y de mando.
Jesús vino a anunciar y hacer presente el Reinado de Dios con sus hechos y con sus palabras, que mutuamente se complementan.
Jesús presenta el Reinado de Dios como un don y como una tarea que exigen de nosotros un cambio de vida y de corazón.
La clave en las palabras de Jesús para entender el Reino es el presentarnos a Dios como Padre y las consecuencias que esto implica: construir un mundo de hermanos.
La clave en los hechos de Jesús para entender el Reino es su práctica de la misericordia que implica una clara opción por los pobres y marginados.
Desde esta perspectiva el que tiene las llaves del Reino ha de tener conciencia de que ha recibido un don, que a la vez es una tarea, que le exige cambiar la mentalidad de dominio por una mentalidad de servicio.
El que tiene las llaves del Reino, en su proclamación tiene que presentar a  Dios como Padre que ama, comprende y apoya a todos sus hijos.
El que tiene las llaves del Reino tiene que celebrar la nueva alianza de amor como una Cena fraterna de una comunidad samaritana y cordial.
El que tiene las llaves del Reino, con su servicio, más que con su mando, ha de luchar por la justicia para los más débiles y ha de trabajar por evitar todas las desigualdades y construir un mundo de hermanos.
El que tiene las llaves del Reino tiene que abrir el don del Reino a todos y evitar cerrar las puertas del Reino que Jesús ofrece a todos.

Construir hoy la Iglesia de Jesús implica para nosotros, poner en el centro de nuestra vida personal y comunitaria la persona de Jesús y su proyecto del Reino.
Construir hoy la Iglesia de Jesús implica para nosotros, hacer de nuestra celebración dominical una verdadera cena fraternal en la que los pobres ocupan el centro
Construir hoy la Iglesia de Jesús implica para nosotros, en todo nuestro actuar vivir la misericordia con los más desamparados
Agosto 23 del 2014
Cosme Carlos Ríos


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