Sembrar con esperanza, a pesar de los fracasos
Muchos cristianos
luchamos por un mundo mejor, de justicia y fraternidad, pero al percibir el individualismo
y la fuerza del poder en todas sus manifestaciones dejamos la causa.
Mantener la esperanza es
hoy por hoy, uno de los mayores retos que tenemos los seguidores de aquel que
humanamente fracasado, fue resucitado por el Padre.
El profeta Isaías II es
llamado el profeta evangelizador, el profeta de la esperanza que anima al
pueblo a salir del destierro en Babilonia. Hoy invita a tener confianza en la Palabra que es viva y eficaz, como la
lluvia y la nieve
Nos adentramos hoy en el
discurso de Jesús en forma de parábolas: La parábola es como un diálogo entre
el narrador y el oyente, entre el autor y el lector. En cuanto tal, es abierta
y puede ser comprendida por todos.
El que oye la parábola se
siente interpelado, no puede permanecer indiferente, se adhiere a ella o la
rechaza, pues la parábola toca las fibras más íntimas de su ser.
Jesús pronuncia la
parábola del sembrador cuando su vida pública de predicador itinerante está a
mitad de camino y ha comenzado un período de crisis.
Tras los éxitos y
triunfos iniciales, se le han ido poniendo las cosas difíciles. Los jefes
religiosos le han declarado la guerra; los fariseos lo consideran un aliado de
Satanás y planean el modo de acabar con él.
El pueblo está a la expectativa
sin darle plenamente su adhesión. Incluso ha tenido serios problemas con su
familia y sus paisanos. Un puñado insignificante de discípulos permanece a su
lado, sin entender del todo las cosas de su Maestro.
Casi toda la
semilla de Evangelio, sembrada por Jesús, ha caído en terreno baldío. Sus
enemigos se ríen, la gente se decepciona. Y Jesús sale al paso con la parábola.
Cuatro de los seis
versículos que tiene describen el fracaso de la semilla. En todos los casos hay
un rasgo común: un elemento destructor que impide o aniquila la germinación
incipiente: los pájaros, el sol, las piedras, las espinas.
Sólo una parte del
terreno sembrado acepta la semilla. En esta, los resultados superan lo
inesperado: cada grano produce cien, sesenta o treinta. Un fruto de ilusión.
La parábola se
convierte así en un canto a la esperanza: no nos vencerán quienes ponen
resistencia al Evangelio. El fracaso aparente del cristiano-sembrador entra en
el programa.
Más aún, es semilla
fecundidad. Sentir y sufrir la resistencia, la contrariedad y la oposición se
convierte paradójicamente en camino de eficacia y fecundidad.
Como el sembrador, el
Reino de Dios no se instaurará en el mundo sino a través de numerosos e
impresionantes fracasos.
Esto es lo que ni los
fariseos ni las turbas- ni siquiera nosotros, cristianos del siglo veinte-
podemos comprender.
Nos gustaría el éxito, el
triunfo arrollador y casi categórico del Evangelio en medio de nuestro mundo.
Nos duele y nos
desmoraliza demasiado la resistencia y la oposición. Nos cansamos, nos
desilusionamos.
También Jesús pasó por
ahí. Y aquel día, en lugar de tirar la toalla, se puso a soñar y contó la
parábola del sembrador, que siembra cosecha de fecundidad con semilla de
esperanza.
Si creemos en Jesús y
como Jesús, hemos de seguir sembrando semillas de esperanza: Obras que
transforman la situación mala, que viven los más pequeños y débiles de nuestro
mundo.
Si creemos en Jesús y
como Jesús hemos de continuar sembrando a pesar de los frecuentes fracasos que
experimentamos en la tarea.
Si creemos en Jesús y
como Jesús, no podemos ilusionarnos pensando en lograr éxitos humanos: el
poder, la riqueza, la fama.
Julio 12 del 201
Cosme Carlos Ríos
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