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sábado, 5 de julio de 2014


La Iglesia del Mesías

 

Nuestra Iglesia tiende a expresarse a la manera de los grandes de este mundo: con grandes edificios, grandes personalidades, culto esplendoroso y transporte de última moda, muy distante del vehículo del Mesías.

Nuestra Iglesia ejerce el control sobre el pueblo a través de una serie de decretos, leyes, normas e interpretaciones que se convierten en pesada carga para los más sencillos.

Es raro que nuestra Iglesia se distinga por ser una casa de misericordia que ofrece apoyo y consuelo a los que más sufren.

 

El texto de Zacarías que leemos hoy, al hacer mención de los griegos,  nos ubica en el  período de la dominación griega que sobrevino con las conquistas de Alejandro Magno, y su victoria sobre el poder persa.

En esta época, la forma de esperar el Mesías está marcada por una corriente de de tipo triunfalista, nacionalista, y militar.

Frente a esta, el texto de hoy, nos presenta un mesianismo diferente, de carácter más bien sobrio, centrado en la espera de un Mesías humilde, sin pretensiones triunfalistas: un Mesías manso, que se transporta en el vehículo del pueblo y constructor de paz.

 

En el capítulo 10, Mateo nos refiere que Jesús envió a sus discípulos en misión y las advertencias que les hizo sobre el rechazo y la persecución.

En este capítulo 11 Jesús proclama una serie de maldiciones en contra de las ciudades que habiendo visto y oído el mensaje de salvación se han rehusado a cambiar.

En el pasaje de hoy, nos presenta la reacción espontánea y jubilosa de Jesús ante el resultado de la misión de los apóstoles: la gente sencilla ha recibido el anuncio y la realidad del reinado de Dios.

En una sociedad donde el prestigio era una forma de poder y de seguridad económica, la ignorancia era considerada no sólo como ausencia de conocimiento, sino como una marca sobre las personas que carecían de instrucción o enseñanza.

Ya en la época de Jesús, algunos grupos consideraban malditos» a los que no conocían la Ley en profundidad.

Jesús denuncia esa falsa religiosidad: La salvación no depende de una mayor o menor pericia en la compleja interpretación bíblica, sino en la capacidad para captar el paso de Dios en la historia y de la disponibilidad para aceptar su llamado.

Jesús abre lo más íntimo de su espiritualidad: la predilección del Padre por los pequeños, y la misión que de Él ha recibido.

Jesús invita a todos los abatidos, a las personas agobiadas por los mecanismos de exclusión social y religiosa, y les propone llevar otro yugo, otra carga: el yugo de la libertad, que exige al mismo tiempo humildad y mansedumbre, es decir, honestidad personal y capacidad de diálogo y tolerancia.

 

Para ser la Iglesia del Mesías tenemos que renunciar a las manifestaciones de poder y de riqueza y manifestarnos con las actitudes de sencillez que muestra Jesús.

Para ser la Iglesia del Mesías tenemos que evitar todas las leyes, decretos, normas e interpretaciones que se convierten en una pesada carga para los pequeños.

Para ser la Iglesia del Mesías tenemos que ser una Iglesia samaritana, que a la manera del Mesías,  ofrece consuelo y apoyo a todas las víctimas y a todos los desamparados

Cosme Carlos Ríos

Julio 05 2014

 

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