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sábado, 7 de junio de 2014


El Espíritu Sano unifica y hace perder el miedo

 

Aunque la enseñanza del Concilio nos dice que somos pueblo de Dios, tenemos la costumbre de hacer nuestras prácticas cristianas de forma individual.

Poco nos interesamos por la vida, el sufrimiento, las necesidades de las personas que nos rodean en el barrio aunque profesemos la misma fe.

En las comunidades cristianas es costumbre que cada grupo realice sus actividades sin tomar en cuenta y sin apoyar a los demás

Aparecen los Consejos en cada comunidad, pero funcionan de una manera, meramente formal, y no se entienden como animadores e integradores del trabajo al servicio del Reino

 

En la tradición del Primer Testamento Pentecostés recibe el nombre de fiesta de las semanas porque se celebra a las siete semanas de la Pascua.

Originalmente era una fiesta agrícola vinculada al final de la siega sobre todo de los cereales. Más tarde se ha relacionado con el pacto del monte Sinaí.

En este contexto Lucas ubica el nacimiento de la Iglesia: Al igual que en el Sinaí, aparecen el viento y el fuego. La acción del Espíritu produce efectos semejantes a los que producen el viento y el fuego

El texto de los Hechos fue escrito por el año 80, año en el que el anuncio de la Buena Nueva de Jesús está llegando de forma comprensible a todos los rincones del mundo.

Lucas utiliza la simbología de Pentecostés para explicar el hecho de que, bajo el impulso del Espíritu Santo, el anuncio del Evangelio está llegando a todos.

El Espíritu Santo hace nacer, unifica e impulsa a la Iglesia para continuar el proyecto de Jesús.

Juan escribe el pasaje del Evangelio para cristianos fuertemente perseguidos por la casa de Jesús, lo que los ha llenado de miedo y han preferido encerrarse a continuar con la misión y arriesgar la vida.

El evangelista nos muestra la presencia del Maestro en medio de su conflicto: El les desea la paz y les da señales claras de que continúa vivo y esto les llena de alegría.

Jesús les indica que ellos han de continuar la misión que el mismo Jesús recibió del Padre y, repitiendo el soplo realizado al comienzo de la humanidad, les confiere el don del Espíritu Santo.

Con Él vencerán el miedo y el encerramiento y continuarán la misión por encima de los riesgos que comporta.

 

Para nosotros, creer en la acción del Espíritu Santo significa construir la unidad con los más cercanos para darnos valor, vencer el miedo, y enfrentar a los poderes de muerte, uniendo las voces en defensa de la vida

Para nosotros, creer en la acción del Espíritu Santo significa realizar nuestras celebraciones en forma comunitaria, e integrar en ellas el dolor y la necesidad de los hermanos.

Para nosotros, creer en la acción del Espíritu Santo significa hacer que los Consejos impulsen todas las actividades de la comunidad y sean espacio para  apoyarnos unos a otros.

Para nosotros, creer en la acción del Espíritu Santo significa promover organizaciones para atender las necesidades de la Capilla, pero también las del barrio y de la sociedad.

 

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