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sábado, 7 de septiembre de 2013

Seguir a Jesús es ponerlo en el centro de la vida.
Todo lo demás en torno a El
A algunos creyentes les preocupa hoy, cómo va descendiendo el número de los cristianos; nos interesamos en que asista mucha gente al Templo, que haya muchos grupos, muchas Catequistas muchos niños en el Catecismo.
Nos esforzamos porque los actos del culto salgan muy bonitos que el Templo esté muy bien arreglado. Todo esto está muy bien, pero no es lo más importante.
Cabe preguntarnos si nuestros esfuerzos se orientan a formar verdaderos discípulos de Jesús, personas que lo acompañan, que aprenden sus enseñanzas, que se esfuerzan por construir comunidad y vivir juntos el estilo de vida del Señor Jesús.

Para los poderosos, de ayer y de hoy, sabio es el que ha estudiado y tiene muchos conocimientos.
Pero según la Biblia: La verdadera sabiduría es una mezcla de sensatez, prudencia y comprensión de la voluntad de Dios, que nos ayuda a organizar la vida como Dios quiere.
El verdadero sabio no pretende saber todo; comprende que solamente Dios es sabio; toda sabiduría humana viene de él.
Por eso, los más grandes sabios son los pobres y los pequeños, tan dóciles y abiertos a la revelación de Dios.
Algunos libros del primer Testamento se preocupan de modo especial de esta sabiduría como: Job, Salmos, Proverbios. Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Eclesiástico.
Solamente la vida vivida a la luz de la fe hace que la gente aprenda a ser sabia.
La lectura de hoy  se nos presenta como una oración al modo de la oración de Salomón que nos transmite el libro de los Reyes.
 Es, ante todo, un pretexto del autor del libro para explicar su manera de entender la sabiduría y su comunicación por parte de Dios al hombre.
En el evangelio de hoy Jesús va camino de Jerusalén. El evangelista nos dice que le “acompañaba mucha gente”. 
De pronto “se vuelve” y comienza a hablar a aquella muchedumbre de las exigencias concretas que encierra el acompañarlo de manera lúcida y responsable. No quiere que la gente lo siga de cualquier manera.
Ser discípulo de Jesús es una decisión que ha de marcar la vida entera de la persona.
Jesús les habla, en primer lugar de la familia. Aquellas gentes tienen su propia familia: padres y madres, mujer e hijos, hermanos y hermanas. Son sus seres más queridos y entrañables.
Si alguien pone por encima de todo el honor de su familia, el patrimonio, la herencia o el bienestar familiar, no podrá ser discípulo, ni trabajar con Jesús en el proyecto de un mundo más humano.
Más aún: Si alguien solo piensa en sí mismo y en sus cosas, si vive solo para disfrutar de su bienestar, si se preocupa únicamente de sus intereses, no puede ser discípulo de Jesús.
Si uno vive evitando problemas y conflictos, si no sabe asumir riesgos y penalidades, si no está dispuesto a soportar sufrimientos por el reino de Dios y su justicia, no puede ser discípulo de Jesús.

Seguir a Jesús hoy, significa para nosotros, conocer su persona, sus enseñanzas y su proyecto y ponerlo en el centro de nuestra vida
Seguir a Jesús  hoy significa para nosotros, que todos nuestros proyectos pastorales estén inspirados en la misericordia de Jesús.
Seguir a Jesús hoy significa para nosotros, que el trabajo de nuestro culto, nuestros grupos y nuestra Catequesis se orienten a formar discípulos misioneros de Jesús que lo ponen en el centro de su vida.
Seguir a Jesús hoy significa para nosotros que todos los que participamos en actividades pastorales nos esforcemos por vivir las enseñanzas y el proyecto de Jesús, en diálogo constante con su persona
CCR
Septiembre 07/13


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