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sábado, 14 de septiembre de 2013

Con los brazos abiertos
Salgamos al encuentro de los alejados y marginados

Los practicantes de todos los grupos religiosos tenemos la tentación de sentirnos los privilegiados y censuramos fuertemente a los que no son observantes como nosotros.
El Concilio Vaticano, algunas corrientes teológicas y algunos rasgos del actual Obispo de Roma, por el contrario dan muestras de ir al encuentro de los alejados y marginados.
El proyecto pueblo de dios en misión, retomando las orientaciones de la Conferencia Episcopal de Aparecida se propone acercarse y acoger a los alejados y marginados de nuestras comunidades

La reforma realizada por el Rey Josías, centralizó el culto en el templo de Jerusalén y como consecuencia abolió el culto de los santuarios. 
Con ello dejó sin empleo a los sacerdotes del interior, o los redujo a ministros inferiores en el Templo de Jerusalén. Tal es el caso del profeta Jeremías de los sacerdotes de Anatot.
Nuestro texto refleja tanto la situación del pueblo en el desierto como la situación del pueblo después de la división del reino en dos.
La idolatría, no se reduce al culto: Rendir culto a otro dios significa seguir el camino que él propone, aceptar un proyecto de vida, diferente, vivir de otra manera.
Baal, representado por el becerro de oro, es el dios que legitima la esclavitud, los tributos y las desigualdades sociales.
Al contrario, Yahvé es el dios libertador, que no quiere la esclavitud, ni los tributos, ni los trabajos forzados, y que conduce de la tierra de la esclavitud a la tierra de la libertad y de la igualdad.
El camino para lograr este proyecto es el camino del desierto, lleno de dificultades y tentaciones. 
Al sentir la ausencia del liderazgo de Moisés, el pueblo retoma el proyecto de Baal, proyecto de esclavitud y desigualdad.
Este abandono provoca la ira de Yahvé; pero la intercesión de Moisés le alcanza el perdón. 
Con esta acción Yahvé, el Dios liberador, tiende los brazos hacia el pueblo pecador, reconstruye la Alianza rota por la idolatría.

En su camino a Jerusalén, Jesús permite que se reúnan con El, cobradores de impuestos y pecadores, por lo que los hombres del sistema, los observantes, lo hacen víctima de sus críticas malintencionadas.
Con las parábolas narradas en este capítulo, Jesús legitima su conducta; por ello, la tercer parábola no se ha de interpretar desde el hijo (el pecador) sino desde el padre.
Jesús es el padre que respeta la decisión de su hijo, que cuando este vuelve derrotado, sale a su encuentro con los brazos abiertos, le devuelve su dignidad y celebra con un banquete su retorno.

Seguir a Jesús hoy significa abrir nuestro corazón, nuestra organización pastoral y nuestros templos para acoger a los alejados y marginados brindándoles el cariño de Jesús.
Seguir a Jesús hoy significa tomar conciencia de que tenemos que cambiar en nuestra manera de realizar la pastoral de modo que ofrezca espacio a los alejados y marginados.
Seguir a Jesús hoy significa reorganizar nuestras comunidades para que sin desatender a las ovejas que están en el redil tendamos los brazos a las que están lejos o se han alejado.
Seguir a Jesús hoy significa elevar nuestra oración a Dios para que todos impulsemos el proyecto pueblo de Dios en misión.
Cosme Carlos Ríos
Septiembre 14 del 2013

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