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sábado, 17 de agosto de 2013

Con Jesús, en la lucha por la paz, afrontemos el conflicto
Por todas partes vemos situaciones de violencia: en la familia, en la sociedad y en la misma Iglesia. El respeto a la dignidad y a los derechos de cada persona no constituye la norma principal de nuestra vida.
En nuestro mundo siempre hay conflictos armados, pero no en defensa de la dignidad y de los derechos de las personas, sino en defensa de los intereses de las personas de poder.

El profeta Jeremías ejerció su ministerio en torno al año 600 a. C: Le tocó vivir el antes, durante y después de la destrucción de Jerusalén.
El rey, la corte, los sacerdotes y el ejército poniendo erróneamente su confianza en el apoyo de Egipto, han tomado la decisión de enfrentar al ejército de los babilonios.
Jeremías, pacifista por naturaleza, y consciente de su misión y de la situación real, invita a someterse estratégicamente a los babilonios.
El pasaje de hoy nos muestra la actitud que los jefes de Judá toman en contra de Jeremías y lo ubica precisamente durante el asedio a Jerusalén.
El proyecto de Dios que enarbola Jeremías, va de frente contra los intereses de los grandes de Judá, que al darse por vencidos tendrían que pagar tributo a los babilonios.
Jesús advierte que su proyecto del Reino destruye la paz y descubrimos que, ante ese proyecto,  aparecen intereses contrarios  que buscan el poder, la riqueza y la fama.

Buscar el Reino de la justicia y de la paz supone el respeto, la valoración y la tolerancia de las demás personas; por el contrario la riqueza, el poder y la fama se consiguen mediante la injusticia y el atropello de las personas.
Como le sucedió al mismo Jesús, optar por el Reino de Dios, el esfuerzo por construir la paz, provoca el enfrentamiento con todos los poderes.

Ser discípulos de Jesús, trabajar por la paz, significa para nosotros hoy,  un esfuerzo permanente para que desde nuestras comunidades se viva y  se proclame el respeto y la dignidad en cada familia.
Ser discípulos de Jesús, trabajar por la paz, significa para nosotros hoy,  un esfuerzo permanente para que en cada familia se respete la dignidad y los derechos de todos, en particular de los niños y de la mujer.
 Ser discípulos de Jesús, trabajar por la paz significa para nosotros hoy  un esfuerzo permanente a fin de que, unidos a los pacifistas de todo el mundo, luchemos para que todas las personas sean respetadas en su derecho a la alimentación, a la salud y a una paz con justica.
Seremos criticados y tal vez atacados, pero esto mismo le sucedió a nuestro Maestro Jesús. Adelante con Él.
Agosto 17 del 2013
CCR


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