Con
Jesús, en la lucha por la paz, afrontemos el conflicto
Por
todas partes vemos situaciones de violencia: en la familia, en la sociedad y en
la misma Iglesia. El respeto a la dignidad y a los derechos de cada persona no
constituye la norma principal de nuestra vida.
En
nuestro mundo siempre hay conflictos armados, pero no en defensa de la dignidad
y de los derechos de las personas, sino en defensa de los intereses de las
personas de poder.
El
profeta Jeremías ejerció su ministerio en torno al año 600 a. C: Le tocó vivir
el antes, durante y después de la destrucción de Jerusalén.
El
rey, la corte, los sacerdotes y el ejército poniendo erróneamente su confianza
en el apoyo de Egipto, han tomado la decisión de enfrentar al ejército de los
babilonios.
Jeremías,
pacifista por naturaleza, y consciente de su misión y de la situación real,
invita a someterse estratégicamente a los babilonios.
El
pasaje de hoy nos muestra la actitud que los jefes de Judá toman en contra de
Jeremías y lo ubica precisamente durante el asedio a Jerusalén.
El
proyecto de Dios que enarbola Jeremías, va de frente contra los intereses de
los grandes de Judá, que al darse por vencidos tendrían que pagar tributo a los
babilonios.
Jesús
advierte que su proyecto del Reino destruye la paz y descubrimos que, ante ese
proyecto, aparecen intereses contrarios que buscan el poder, la riqueza y la fama.
Buscar
el Reino de la justicia y de la paz supone el respeto, la valoración y la
tolerancia de las demás personas; por el contrario la riqueza, el poder y la
fama se consiguen mediante la injusticia y el atropello de las personas.
Como
le sucedió al mismo Jesús, optar por el Reino de Dios, el esfuerzo por
construir la paz, provoca el enfrentamiento con todos los poderes.
Ser
discípulos de Jesús, trabajar por la paz, significa para nosotros hoy, un esfuerzo permanente para que desde nuestras
comunidades se viva y se proclame el
respeto y la dignidad en cada familia.
Ser
discípulos de Jesús, trabajar por la paz, significa para nosotros hoy, un esfuerzo permanente para que en cada
familia se respete la dignidad y los derechos de todos, en particular de los
niños y de la mujer.
Ser discípulos de Jesús, trabajar por la paz
significa para nosotros hoy un esfuerzo
permanente a fin de que, unidos a los pacifistas de todo el mundo, luchemos
para que todas las personas sean respetadas en su derecho a la alimentación, a
la salud y a una paz con justica.
Seremos
criticados y tal vez atacados, pero esto mismo le sucedió a nuestro Maestro
Jesús. Adelante con Él.
Agosto
17 del 2013
CCR
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