VII.
EL ESPÍRITU
DE LA EVANGELIZACIÓN
Bajo
el aliento del Espíritu
75. No habrá nunca evangelización posible
sin la acción del Espíritu Santo.
En
efecto, solamente después de la venida del Espíritu Santo, el día de
Pentecostés, los Apóstoles salen hacia
todas las partes del mundo para comenzar la gran obra de evangelización
de la Iglesia.
"Gracias al apoyo del Espíritu Santo,
la Iglesia crece". El es el alma de esta Iglesia.
Él es
quien explica a los fieles el sentido profundo de las enseñanzas de Jesús y su
misterio.
Él es
quien, hoy igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en cada
evangelizador que se deja poseer y conducir por El, y pone en los labios las
palabras que por sí solo no podría hallar, predisponiendo también el alma del
que escucha para hacerla abierta y acogedora de la Buena Nueva y del reino
anunciado.
Si el
Espíritu de Dios ocupa un puesto eminente en la vida de la Iglesia, actúa
todavía mucho más en su misión evangelizadora.
Puede
decirse que el Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización: El
es quien impulsa a cada uno a anunciar el Evangelio y quien en lo hondo de las
conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de salvación.
Solamente
El suscita la nueva creación, la humanidad nueva a la que la evangelización
debe conducir, mediante la unidad en la variedad que la misma evangelización
querría provocar en la comunidad cristiana.
A
través de Él, la evangelización penetra en los corazones, ya que Él es quien
hace discernir los signos de los tiempos -signos de Dios- que la evangelización
descubre y valoriza en el interior de la historia.
Testigos
auténticos
76. Hoy más que nunca el testimonio de
vida se ha convertido en una condición esencial con vistas a una eficacia real
de la predicación.
Nos,
les decimos a todos: es necesario que nuestro celo evangelizador brote de una
verdadera santidad de vida y que, como nos lo sugiere el Concilio Vaticano II,
la predicación alimentada con la oración y sobre todo con el amor a la
Eucaristía, redunde en mayor santidad del predicador.
El
mundo exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen y
tratan familiarmente, como si estuvieran viendo al Invisible.
El mundo
exige y espera de nosotros sencillez de vida, espíritu de oración, caridad para
con todos, especialmente para los pequeños y los pobres, obediencia y humildad,
desapego de sí mismos y renuncia.
Búsqueda
de la unidad
77. El
testamento espiritual del Señor nos dice que la unidad entre sus seguidores no
es solamente la prueba de que somos suyos, sino también la prueba de que El es
enviado del Padre, prueba de credulidad de los cristianos y del mismo Cristo.
Servidores de la verdad
78 El predicador del Evangelio será aquel que,
aun a costa de renuncias y sacrificios, busca siempre la verdad que debe
transmitir a los demás.
No
vende ni disimula jamás la verdad por el deseo de agradar a los hombres, de
causar asombro, ni por originalidad o deseo de aparentar.
Animados
por el amor
79. La
obra de la evangelización supone, en el evangelizador, un amor fraternal
siempre creciente hacia aquellos a los que evangeliza.
Un signo de amor será el deseo de ofrecer la
verdad y conducir a la unidad. Un signo de amor será igualmente dedicarse sin reservas y sin mirar atrás
al anuncio de Jesucristo.
El
respeto a la situación religiosa y espiritual de la persona que se evangeliza.
Respeto a su ritmo que no se puede forzar demasiado. Respecto a su conciencia y
a sus convicciones.
Otra
señal de este amor es el cuidado de no herir a los demás, sobre todo si son
débiles en su fe, con afirmaciones
que pueden ser claras para los iniciados, pero que pueden ser causa de
perturbación o escándalo en los fieles.
Con el fervor de los Santos
80.
Este fervor exige, ante todo, que evitemos recurrir a pretextos que parecen
oponerse a la evangelización.
Dios
nos ha ordenado transmitir a los demás, con su misma autoridad, la Buena Nueva:
los hombres podrán salvarse por otros caminos, gracias a la misericordia de Dios, si nosotros no
les anunciamos el Evangelio; pero ¿podremos nosotros salvarnos si por negligencia, por miedo, por vergüenza, o por
ideas falsas omitimos anunciarlo?
¿Cuál
fue la acción del Espíritu Santo en la obra de Jesús?
¿Cuál
ha sido la acción del Espíritu Santo en la tarea de la Iglesia?
¿Por
qué, de modo especial hoy tenemos que ser testigos auténticos?
¿¿Cuáles
son los motivos por los que tenemos que buscar la unidad en la vida y en
nuestra acción evangelizadora?
¿Qué
se espera de todo evangelizador?
¿Cuáles
son las señales de que el evangelizador está movido por el amor?
En
nuestra comunidad ¿Qué nos falta para que nos dejemos guiar por el Espíritu
Santo?
¿Qué
señales de división hay entre nosotros?
¿Qué
vamos a hacer para que en nuestra comunidad demos al Espíritu Santo el papel
central que le corresponde?
¿Qué
vamos a hacer para avanzar en la unidad y coordinación de nuestras actividades?
Extractó
Cosme Carlos Ríos
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