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sábado, 24 de octubre de 2015

Veamos y honremos al Padre en los hermanos

Hay muchas personas que reconocen y honran a Dios como Padre mediante el culto religioso, pero no logran ver a Dios en los hermanos, los demás hijos del Padre.
Por ello consideran que la economía, la educación y la política nada tienen que ver con el seguimiento de Jesucristo.
No logran entender que reconocer y respetar la dignidad de cada persona es un reconocimiento a Dios, nuestro Creador y Padre

El profeta Jeremías realizó su misión antes y después del exilio a Babilonia. Antes del exilio denunció la soberbia de la gente del palacio, de los militares y de los ricos.
Ellos consideraban que la dinastía de David era perenne, que la ciudad de Jerusalén era indestructible y el Templo inviolable. Sobre estas falsas seguridades enfrentaron a los babilonios.
Cuando sobrevino el exilio, Jeremías renunció a ir al exilio y se quedó con los pobres del campo; desde ahí sirvió de consuelo a los desterrados.
En este pasaje el profeta describe el retorno del Destierro. El retorno será completo, alcanzando aun a los más débiles físicamente y a los impedidos.
Ningún obstáculo se opondrá a la manifestación del poder liberador de Yahvé, que los guiará y asistirá paternalmente durante la travesía de retorno.
La caravana de los repatriados es inmensa. El profeta se complace en contemplar la muchedumbre que retorna.
Y contrapone dos situaciones históricas: Salieron entre llanto en otro tiempo camino del destierro, y ahora vuelven con consolaciones bajo la guía paternal de Yahvé, que dirige la repatriación.
El paso por el desierto lleva consigo el peligro de perecer de sed: pero esto no ocurrirá en el retorno de los exilados por el desierto, ya que Yahvé, que los guía personalmente, se encargará de llevarlos por senderos que lleven a los oasis y pozos que hay en las rutas de la estepa para los que las conocen.
Porque Yahvé es el Padre de Israel, que siente un afecto profundo hacia el pueblo que ha elegido y criado como hijo suyo.
El libro de Jeremías nos muestra un aspecto de la manifestación de Dios al que no estamos acostumbrados: la ternura.
Dios nos ama sin importar si vamos por la vida como ciegos o cojos, es decir, si a duras penas podemos caminar o si apenas vemos o presentimos por dónde vamos.
El proyecto de Yahvé es un proyecto de liberación, un proyecto de esperanza, un proyecto incluyente de los más débiles

Los evangelistas se valen de la imagen del camino para colocar ahí hechos y dichos de Jesús que ayudan a sus seguidores a ponerse en el camino.
En ese camino, Jesús va enseñando a sus seguidores, pero ellos todavía están ciegos, no entienden el proyecto de Jesús y pelean el poder como lo vimos el domingo anterior.
El texto de hoy ubica a Jesús a la salida de Jericó. En ese camino aparece un mendigo ciego que le da el título de “Jesús, hijo de David, y que le implora piedad.
La multitud, eufórica que acompaña a Jesús es incapaz de tomar en cuenta al mendigo y lo increpa para que se calle.
Jesús le pregunta que quiere de él. Y Bartimeo le dice “Señor, que pueda ver. Jesús le dice: “Véte, tu fé te ha salvado” y aquel que era mendigo pasa a ser un discípulo de Jesús.
El Reinado de Dios es hacer lo que el Padre quiere: Que construyamos un mundo de amor, de justicia, de paz y de verdad; por ello cambiar la situación de un mendigo ciego es estar construyendo el Reinado de Dios.


Ser discípulos de Jesús implica siempre ver la vida, los acontecimientos, los logros y los fracasos desde la ´´óptica del Reinado de Dios: “Un mundo de hermanos”.
Ser discípulos de Jesús, con la óptica de Jesús implica luchar y exigir que se respete la dignidad, los derechos y la voz de toda persona y sobre todo la voz de los ciudadanos conscientes.
Ser discípulos de Jesús nos lleva a honrar al Padre en el culto y en el encuentro con Él buscar luz y fuerza para defender la voz, la dignidad y los derechos de los ciudadanos
Cosme Carlos Ríos
Octubre 24 del 2015



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