El
actuar de Dios: Con lo pequeño, desde lo pequeño
En algunas parroquias, la gente no se quiere
casar en el templo parroquial porque es muy sencillo y buscan templos de mayor
apariencia.
Es muy común que las personas asistan a las
celebraciones presididas por altos dignatarios de la Iglesia, pero que se
niegan a participar en las celebraciones presididas por un laico.
Cuando se considera la magnitud de la catástrofe
que se abatió sobre el reino de Judá en el 586 a.C., (de la que nos habla la
lectura de Ezequiel), resulta asombroso que el pueblo de Israel no haya
desaparecido de la historia como tantas otras naciones del antiguo Oriente.
Jerusalén fue arrasada, el templo incendiado y
buena parte de la población llevada al exilio.
Abrumados por la desgracia, algunos israelitas
ponían en duda la justicia divina; otros se hundían en la desesperanza,
pensando que todo había terminado para Israel como nación, otros, en fin,
suplicaban la misericordia divina sin llegar a ver el término de sus
padecimientos.
Entre los
que más contribuyeron a mantener despierta la conciencia de los israelitas en
el exilio tenemos al profeta Ezequiel, autor del libro que lleva su nombre.
Ezequiel fue ante todo un profeta. Su función fue semejante a la del "centinela", encargado de
dar el grito de alerta ante la inminencia del peligro y, al mismo tiempo,
responsable de fortalecer la esperanza de los desterrados.
El
profeta Ezequiel compara la acción de Dios con la de un campesino que reforesta
las cumbres áridas con cedros que se caracterizan por su tamaño excepcional,
por la duración de su madera y por su singular belleza.
El
nuevo Israel será un rebrote joven plantado en lo alto de los montes de Judá;
atrás quedaría la soberbia de la monarquía y todos los peligros de su avidez de
poder.
El
profeta tiene la esperanza de que su pueblo renazca luego del exilio y su
estirpe perdure como lo hacen los cedros que pueden llegar a durar dos mil
años.
Para realizar sus planes Dios no necesita
utilizar lo grande, sino que realiza su acción desde lo pequeño.
El tema de Jesús es el Reinado de Dios: hoy lo
compara con la semilla que crece por su fuerza interior y sin que el agricultor
lo note.
También compara el Reinado de Dios con el grano
de mostaza, que siendo una semilla pequeñísima crece y se transforma en un
arbusto importante.
El reinado de Dios no crece ni por
las grandes personalidades, ni por los grandes recursos empleados, crece por la
fuerza interna de la acción de Dios.
El reinado de Dios empieza desde lo
pequeño y se convierte, como la mostaza en árbol que da cobijo a plantas y
animales.
Jesús además usa un lenguaje que no
es propio de los grandes, sino que es el lenguaje sencillo del pueblo que
entiende y se explica mejor, por medio de comparaciones.
Por otra parte Jesús declara que Dios
oculta los misterios del reino a los grandes y entendidos y lo revela a la
gente sencilla.
Colaborar en la obra de Jesús exige
actitudes sencillas, capaces de descubrir la presencia de Dios en todo lo
construye la vida digna para el pueblo, lo que promueve la justicia y la
solidaridad.
Evidentemente esto exige mirar
permanentemente a Jesús, el rostro misericordioso del Padre, al tiempo y lugar
en que estamos para seguir poniendo en práctica las enseñanzas de Jesús y
seguir repitiendo sus acciones y sus opciones
Junio 13 del 2015
Cosme Carlos Ríos
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