En el mundo actual hay unos mil millones de personas que apenas consiguen la alimentación necesaria para llevar una vida saludable y productiva.
El hambre es la enfermedad que causa más muertes: decenas de millares de niños cada día, decenas de millones de seres humanos cada año.
Aunque la pobreza tenga múltiples caras: la falta de medicamentos básicos, la falta de recursos o la falta de una vivienda digna, la primera de sus expresiones es el hambre.
Si el pueblo pasa hambre y necesidad, no es tanto por la falta de alimentos, sino por el egoísmo de los hombres y mujeres que, conformes con lo que tenemos, no nos importa que los demás pasen necesidad.
Entre nosotros también hay hambre pero no es muy visible, hace falta que abramos bien los ojos y el corazón para detectarlo.
Hay abundancia de alimentos en nuestro mundo, lo que pasa es que están mal repartidos y buena parte se desaprovecha.
El profeta Eliseo vive en la época de los reyes de Israel: Acab, Joram, Ocozías y Jehú. En el país eran frecuentes las sequías que como consecuencia traían hambre para el pueblo pobre.
Al profeta, como a hombre de Dios, le presentan como primicias para Dios, veinte panes de cebada y trigo tierno.
El profeta, consciente del hambre del pueblo, ordena que esto sea repartido entre la gente.
El hecho de repartir y compartir hace que el alimento alcance para todos.
Jesús de Nazareth viendo a la gente que lo seguía y dándose cuenta de que tienen hambre, le echa una tanteada a Felipe sobre la forma de enfrentar el problema.
El muchacho que tiene cinco panes y dos peces los pone a disposición de Jesús.
Jesús después de hacer sentar a la gente, toma los panes, da gracias, los reparte y después de que todos han comido ordena que se recoja el sobrante para que no se desperdicie.
El gesto de compartir es un rasgo característico en la vida de las primeras comunidades que siguieron a Jesús.
Seguir hoy a Jesús que comparte implica nuestra disponibilidad para compartir, apoyando a las organizaciones que atienden a los necesitados de alimento, ropa y medicina.
Seguir hoy a Jesús que comparte implica luchar para que los que tienen o tenemos alimento en abundancia abramos los ojos y el corazón para descubrir a los que no tienen y trabajar para que se haga un reparto justo.
Seguir hoy a Jesús que comparte implica esforzarnos por no desperdiciar los alimentos que hay en nuestro hogar
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