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sábado, 25 de enero de 2014


Alegría de Dios para los alejados

Muchos cristianos tenemos cara de Cuaresma sin Pascua o sea: Nos preocupa más el cumplimiento de mandatos que el ser felices. No meditamos ni proclamamos mucho la alegre Buena Noticia del Evangelio.

Estamos acostumbrados a un estilo de vida y, nuestras acciones son siempre las mismas y están dirigidas a los que acuden al templo; no tomamos en cuenta a los de fuera.

Nos falta un plan de acción, que, atento a los signos de los tiempos, incluya a los alejados y haga presente el Reino y la obra de Jesús en medio de ellos

Invitamos a la conversión, pero entendemos sólo un cambio personal y no incluímos un esfuerzo por vivir como hijos del Padre y como hermanos de todos los demás.

 

El pueblo de Israel, en la parte norte del país, ha sufrido la violenta agresión del imperio asirio que finalmente destruyó el reino del Norte en el año 722 a. C.

El profeta Isaías, contemporáneo de los acontecimientos, hace memoria de ellos pero en nombre de Dios anuncia un cambio de situación, como una alegre notica que cambia la situación.

En el Evangelio descubrimos que Jesús inicia su misión contemplando la prisión del Bautista, como la necesidad de que surja una nueva voz profética que ilumine al pueblo

Jesús inicia su ministerio por las regiones lejanas, los que vivían en tinieblas y en sombras de muerte, los que eran considerados paganos.

Jesús inicia su ministerio con una Buena Noticia: Un

mensaje de vida y esperanza: Dios inaugura ya su Reinado entre nosotros.

Jesús invita a convertirse es decir a amar al Padre y dejarse  amar por Él, abrir el corazón a los hermanos.

 

Seremos en verdad seguidores de Jesús  si  con frecuencia platicamos con Dios como con un papá amoroso, y nos esforzamos por ser hermanos de todos

Seremos en verdad seguidores de Jesús si nuestro actuar personal y pastoral está muy marcado por la alegre Buena Noticia del Evangelio: Llevar esperanza a los desesperados.

Seremos en verdad seguidores de Jesús  si realizamos un plan de acción que incluya a los alejados y que sea para ellos una Buena Noticia: Un Mensaje de vida y esperanza

Seremos en verdad seguidores de Jesús  si realizamos un plan de acción que responda a las necesidades de la gente y que, con hechos y palabras, continúe la obra de Jesús y   haga presente su Reinado.  

 

Enero 25 del 2014

Cosme Carlos Ríos

 

 

sábado, 11 de enero de 2014


Identificarse con los pecadores

Descubrirse hijo de Dios

 

Nos consideramos un pueblo católico, pero cabe preguntarnos: ¿Las  personas estamos dispuestos a jugarnos la vida para que nuestra sociedad sea más justa, más fraterna, en la que lo más fácil sea amar?

¿Somos un país de personas conscientes de que todos los hombres estamos llamados a ser hermanos y que trabajan por que sea así?

¿O un país en el que la violencia, el narcotráfico, la distribución de drogas, las armas y la muerte son el pan de cada día con el silencio cómplice de los bautizados?

 

 

Hoy, como comunidad de creyentes, celebramos el bautismo de Jesús y, junto con él, nuestro bautismo.

Isaías, nos habla de la actitud del siervo de Dios; éste ha sido llamado y asistido por el Espíritu para llevar a cabo una especial misión en el pueblo de Israel: hacer presente con su vida la actitud misma de Dios para con la humanidad; es decir, evidenciar que Dios instaura su justicia y su luz por medio de la debilidad del ser humano.

Por tanto, la tarea de todo bautizado es testimoniar que Dios está actuando en su vida; signo de ello es su manera de existir en medio de la comunidad; debe ser una existencia que promueva la solidaridad y la justicia con los más débiles, pues en ellos Dios actúa y salva; en ellos se hace presente la liberación querida por Dios

El relato de los Hechos de los Apóstoles nos dice que la única exigencia para ser partícipe de la obra de Dios es iniciar un proceso de cambio (respetar a Dios y practicar la justicia), que consiste en abrirse a Dios y abandonar toda clase de egoísmo para poder ir, en total libertad, al encuentro del otro, donde se manifiesta Dios.

A ejemplo de Jesús, todo bautizado tiene el deber de pasar por la vida “haciendo el bien”; tiene la tarea constante de cambiar, de despojarse de todo interés egoísta para poder así ser testigo de la salvación.

El evangelio nos presenta un rasgo esencial del bautizado: La obediencia a la voluntad del Padre. “La justicia plena manifiesta la íntima relación existente entre el Hijo de Dios y el proyecto del Padre.

Al contrario que los buenos de aquel tiempo, Jesús quiso mezclarse con los pecadores («Acudía en masa la gente... y él los bautizaba en el río Jordán, a medida que confesaban sus pecados»

Su gesto solidario se repetirá en adelante, cada día, hasta su muerte: vivirá y morirá acompañado de ladrones, prostitutas, marginados.

El bautismo de Jesús fue el momento en el que públicamente Jesús se comprometió a jugarse la vida, y a perderla si era necesario, por amor a la humanidad.

Él luchó para dar vista a los ciegos sacar a los cautivos de las prisiones... y curar a todos los oprimidos por cualquier causa, dando a los hombres la posibilidad de organizarse como una familia e indicándoles el camino para llegar a transformar este mundo en un mundo de hermanos.

El bautismo de Jesús fue el momento en el que el Padre hizo público que aquél era el Hijo, el que nos iba a enseñar a ser hijos si estábamos dispuestos a escucharle.

 

Y ¿nosotros? Si queremos vivir nuestro bautismo tenemos que hacer presente con nuestra vida el proyecto de Dios: evidenciar que Dios instaura su justicia y su luz: luchar contra la violencia, el narcotráfico, la venta de  armas y la muerte.

Si queremos vivir nuestro bautismo tenemos que iniciar un proceso de cambio para poder ir al encuentro del otro, especialmente el pobre donde se manifiesta Dios, conscientes de que todos los hombres estamos llamados a ser hermanos y luchar por la hermandad

Si queremos vivir nuestro bautismo tenemos que obedecer plenamente la voluntad del Padre: jugarnos la vida para que nuestra sociedad sea más justa, más fraterna

Cosme Carlos Ríos

Enero 11 del 2014

 

sábado, 4 de enero de 2014


Salvación para todos

La mayoría de los grupos creyentes ofrecen la salvación, pero esta salvación es para los que formen parte de ese grupo.

En los diferentes grupos de la comunidad cristiana valoramos nuestra propia manera de vivir la fe y no aceptamos a los demás y trabajamos en forma aislada. Nos falta valorar el pluralismo religioso al interior de nuestra propia comunidad.

De algunos años para acá aparece una tendencia que se llama pluralismo religioso que invita a valorar la obra que Dios realiza a través de los diferentes grupos religiosos y las diferentes maneras de creer.

 

La primera lectura  época nos ubica en la época en regresaron a Jerusalén de los exiliados en Babilonia.  Encontraron sus ciudades destruidas, sus campos abandonados y el templo, incendiado.

Esto los desanimó completamente, y se preocuparon   únicamente por reconstruir sus viviendas y sus campos, dejando de lado la restauración del templo y, con ello, la confianza en la venida gloriosa de Yahvé.

Isaías anima la fe de su pueblo, los invita a poner nuevamente su fe y su corazón en la fuerza salvífica de Yahvé, quien traerá la paz y la justicia a su pueblo, por ello Jerusalén será una ciudad radiante

Estará llena de luz, Dios se hará presente en ella y hará de ella una nación grande, ante cuya presencia se postrarán todos los pueblos de la tierra.

El profeta manifiesta con esta gran revelación que Dios es quien dará inicio a una nueva época para Israel, una época donde reinará la luz de Dios.

La carta a los efesios, ampliará la comprensión de la salvación proclamada por Isaías, afirmando que la salvación viene de Dios, a través de Jesús, y es para “todos”, judíos y paganos.

En este párrafo el plan de Dios, consiste en formar un solo pueblo, una sola comunidad creyente, capaz de comunicar a toda la creación la vida y la salvación otorgada por Dios.

 Si queremos entender los pasajes del evangelio que se refieren a la infancia de Jesús debemos dejar de considerarlos historia, en el sentido moderno de la palabra.

Los evangelistas quieren comunicar de parte de Dios un mensaje en el que podremos encontrar la felicidad y la salvación.

Los evan­gelios son el testimonio que las primeras comunidades cristia­nas nos dejaron acerca de su fe y de lo que, como consecuencia de haber creído, cambió sus vidas.

En el relato Mateo adelanta una de las enseñanzas centrales de la predicación de Jesús: «que los paganos, mediante el Mesías Jesús y gracias a la buena noticia, entran en la misma herencia, forman un mismo cuerpo y tienen parte en la misma prome­sa»

Es decir: que todo hombre, sea cual sea su origen, el color de su piel, la lengua en la que se exprese o el lado de la frontera en el que haya nacido, está llamado a incorporarse al proyecto de convertir este mundo en un mundo de herma­nos.

Dios no hace diferencias entre los hombres ni por la raza, ni por la nación, ni por la cultura, ni por la religión...

La epifanía del Señor es la manifestación de la obra de Dios a los que tienen otra manera de creer

Es la oportunidad para confesar nuestra fe en un Dios que se manifiesta a toda la humanidad, que se hace presente en todas las culturas, que actúa en todos, y que invita a la comunidad creyente a abrir sus puertas a las necesidades y pluralidades del mundo actual.

 

Celebrar la Epifanía significa para nosotros aprender a descubrir la presencia y la acción de Dios en los diferentes grupos religiosos y en las diferentes formas de expresar la fé.

 

Celebrar la Epifanía significa para nosotros, en nuestra acción pastoral unir esfuerzos para que la alegre Buena Noticia de Jesús salvador, llegue a todos y los atraiga por nuestro testimonio de apertura.

Celebrar la Epifanía significa para nosotros valorar e integrar  las diferentes formas de vivir y expresar la fe entre los diferentes grupos de nuestra propia comunidad cristiana y hacernos Iglesia con los demás..

 

 

Feliz año 2014

Cosme Carlos Ríos